Una, y otra, y otra más. Hacia afuera. Bombas. Adrenalínicas. No avance.
Miro, sentado en el auto, en ángulo, el taller mecánico. Carlitos está en el cuadro. La calle es un tubo angosto, perpendicular a nosotros. Así llegan de un lado a otro las bombitas y de paso me permiten medir la distancia que me separa del desti-no. La lógica del milagro es para los pobres. Como yo. ¿Y si lo acepto, solemnemente? ¿Es tan importante este día? ¿Todos los días este día? Bah, pura cháchara...
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