miércoles, mayo 27

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 5ª parte

Fue guiado hasta el jardín de la mansión. Allí se encontraba la persona encargada de informarlo sobre el trabajo. Aquél estaba recostado en una silla plegable de jardín, sobre el césped, al borde de una piscina, dentro de la cual algunas jóvenes señoritas jugueteaban. Había salido el sol y se hacía insoportable estar al aire libre. El hombre que lo había traído se adelantó y anunció la presencia de Roby. El otro se incorporó. Era un hombre no muy alto, gordo, y dueño de una calvicie incipiente. Vestía una chomba, bermudas y pantuflas, y exhibía una sonrisa altanera. Extendió su mano y dijo “Buenos días”, a lo cual Roby sólo respondió con un leve apretón y no abrió la boca. “Acompáñeme”. El otro hombre se quedó en el jardín y pudo oírse cómo reprendía a una de las mujeres de la pileta.
Ingresaron a un estudio.“¿Le gustaría beber algo?”, preguntó el anfitrión, mientras se dirigía a una barra repleta de botellas, en su mayoría de bebidas blancas. “Algo sin mucho alcohol”, respondió Roby, algo incómodo por la pregunta. Quería responder que sí (si quería mantener una imagen, o tal vez crearla), pero, por otro lado, era nulo su deseo de ingerir alguna bebida alcohólica en ese instante. Roby siempre jugaba con estas situaciones en las cuales una acción o una palabra, en el lugar preciso, generaban una impresión en la otra persona; una impresión derivada de una realidad modificada por él, y a su conveniencia.

viernes, mayo 22

P

Era de noche y P... cenaba pan. Se había despertado muy tarde y no había podido ver la luz del sol. Estaba muy deprimido. Por suerte –y seguramente tuvo este pensamiento- comenzó a llover, ya que la ansiedad de la temprana vigilia lo tentaba a salir, a hacer cualquier cosa fuera, pero como no tenía con quien (y hacerlo sin compañía le hubiera causado más depresión de espíritu), ahora, al menos, la gran cortina de agua impedía tomar esa decisión. Sin nada más para hacer se acostó a dormir.

jueves, mayo 21

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 4ª parte

Poco después de iniciar la marcha, Roby intentó aclarar los pensamientos dentro de su cabeza, aún jaqueada por la resaca. “¿Tiene un cigarrillo?”, le preguntó al conductor. Aquél no respondió. Cuando detuvo la marcha en un semáforo hurgó en su bolsillo y extendió un paquete de una marca importada. Mientras fumaba, Roby miraba cada tanto de reojo a su acompañante e iba relacionando los distintos hechos sucedidos: los buenos modales, la vestimenta, el lujoso vehículo, los cigarrillos. Al doblar la última esquina del recorrido podía observarse una ostentosa mansión. Roby estaba tan ensimismado que tomó como un detalle (o quizá ni se percató) el haber ingresado, unos instantes antes, en el barrio más pudiente de la ciudad, y por supuesto no advirtió la presencia de tremenda construcción. Al notar la disminución de velocidad del coche retornó al mundo real y no logró entender lo que hacía en aquel lugar, hasta que recordó el auto en que se desplazaba y al chofer. “Sígame”, indicó este último, y se dirigieron hacia la mansión. Al ingresar, Roby sintió que, debido al trato recibido y al hecho de que lo hayan ido a buscar, algo de ese mundo le pertenecía, o mejor dicho, que él pertenecía a ese mundo de riqueza y ostentación. Pero no era tan sencillo. Esa sensación era fomentada por el deseo de pertenecer, y al mismo tiempo se mezclaba con el conocimiento de que aquello le era ajeno. Esto último trataba de evitarlo, lo que daba lugar a una confusión interna debido a la frustración, por un lado, y al engaño a sí mismo, por otro.

miércoles, mayo 20

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 3ª parte

El hombre, enfundado en un opaco e imponente traje, lentes negros y zapatos del mismo color, bajó del auto y se dirigió hacia Roby. “¿Usted vive por aquí?”, interrogó el sujeto. Dudando, Roby respondió “Sí”. “¿Conoce esta dirección?”, continuó el misterioso personaje, acercándole un papel. Al borde de la incredulidad y el nerviosismo, Roby tardó en responder. Estaba desconcertado. Hizo una larga pausa. El otro percibió esa sensación y finalmente concluyó, “Mire, en realidad lo estoy buscando a usted”. Se inclinó levemente, y señalándolo, preguntó, “¿Robert Gobrich?”. Roby no habló ni se movió. “Mi jefe me encargó buscarlo. Tenemos un trabajo para usted. ¿Desearía acompañarme?”. Luego de pensarlo sin pensar, siguió al hombre y los dos ingresaron al coche.

martes, mayo 19

"Están arruinando a la humanidad para salvar a un puñado de capitalistas"

¿Alguien puede desconocer la gran crisis internacional que estamos atravesando? Los grandes centros financieros mundiales se han desbarrancado, miles de despidos alrededor del planeta (20 millones para el año que viene según la O.I.T.) y penosos vaticinios sobre el futuro del capitalismo.
El poder en mano de los capitalistas propone salvar a los capitalistas. En la Argentina, el gobierno mete mano en la ANSES para rellenar sus arcas. Según la mayoría eso es mejor que una administración privada. Ahora bien, ¿qué hacen con ese dinero? ¡¡Se lo prestan a los bancos, a Techint, a General Motors!! En una palabra, ¡los jubilados rescatan a las empresas! Esta es la dirección en la que va la humanidad. Las condiciones de los trabajadores empeoran, con suspesiones, despidos, desvalorización de los salarios, mientras que el capital pretende seguir intacto. Elecciones en junio = cortina de humo.
Sin ir más lejos, en nuestra ciudad hay 500 trabajadores de la autopartista Mahle parados porque sus dueños han ido vaciado sistemáticamente la empresa para continuar sus funciones en su planta en Brasil mientras, en las sombras, invertían dinero y tomaban créditos.
El capitalismo no es ni será jamás la salida de los trabajadores.

Él

La miraba

y sentía. (Quería hablarle.)

- No encuentro las palabras – y pensaba:

“¿habrá palabras?”

Lo que no sabía es que allí afuera,

en el viento o en el sol,

ellas esperaban,

orgullosas,

ser recogidas.

lunes, mayo 18

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 2ª parte

El contacto se realizó cuatro días antes del golpe, una mañana fresca y algo nublada, no muy lejos del departamento de Roby. La brisa fomentaba el murmullo de las hojas de los árboles y los últimos charcos desaparecían en pos de un sol que pugnaba por mostrarse completamente. Roby había salido en busca de cigarrillos y algo para su dolor de cabeza, todavía afectado por una noche de abundante alcohol y mujeres de mala fama. El reflejo de un lujoso auto negro jugaba con el sol, apareciendo y desapareciendo intermitentemente. Estaba estacionado a escasos metros de un almacén y tenía el motor apagado. De no haber elegido ése almacén como destino, Roby jamás hubiera divisado aquél vehículo. Lo contempló unos segundos y, aunque hubiera frenado (quería saber quién era el propietario del coche y qué hacía por allí, en un lugar donde, debido al poder adquisitivo de la mayoría, no abundan ese tipo de automóviles), continuó con su camino original. Antes de traspasar la puerta del local, un ruido proveniente del auto lo turbó. Giró sobre sí mismo y supo que la incógnita se develaría. La realidad era que lo buscaban a él.

viernes, mayo 15

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 1ª parte

La suela del zapato contra el pavimento acabó con la colilla del penúltimo cigarrillo de Roby. Los zapatos eran negros, lustrosos, terminados en punta, apenas cubiertos por un pantalón gris de vestir. Tenía las manos en los bolsillos de una chaqueta oscura. La boina a cuadros lo protegía del frío y desafiaba a quienes querían adivinar su identidad. Su rostro estaba curtido, alojando en sus facciones largos años, y duros, por cierto, de trabajo sucio.
Roby era un matón de “mala muerte”, un hombre rústico a la hora de actuar. El creía que no, pero esta contradicción confirmaba su baja reputación. Este tipo de personas lo primero que genera es desconfianza, y esto dista demasiado de los hombres de nivel.
Había hecho algunos trabajos para mafias pequeñas, de escaso poder, pero en esta oportunidad había dado con algo grande. No por la magnitud de la encomienda, que en sí era un asunto simple y fácil de ejecutar, sino debido a las personas beneficiadas y a la suma a cobrar. El modo de cumplirla no cambió con respecto a la mayoría de sus trabajos: “ir, matar, volver”. Y así lo hizo. (...)

domingo, mayo 10

La parejita

El no sabía que a ella le gustaban los abrazos. Ella no sabía que él necesitaba soledad de vez en cuando.
Se conocieron en verano. Se corría la voz sobre una fiesta. En un pueblo corre rápido la voz y la sensación de que iba a ser un momento único era patente. No como Fin de año o Navidad. Fiesta en serio. La primera vez lo escuché de boca de Aydeé. “Nenas, tienen que estar hermosas, relucientes”. Dijo “relucientes”. Las pudientes se iban a comprar vestidos a la ciudad, las madres competían con las hijas, la locura era generalizada. Después mi viejo me dijo que iba a venir gente de varios lugares. Ahí escuché lo de “momento único”. Lo veía preparando papeles, practicando discursos. No se compró ropa pero se la probaba varias veces al día y se miraba al espejo. Parecía que todos sintieran internamente algo importante. Me acuerdo que quedé pagando una vez que nos juntamos con los compañeros de la primaria y salió el tema. Las pendejas que hablaban de la ropa y parecían ratitas enjauladas, y los flacos, tan calientes con la posibilidad de ver minas nuevas en el pueblo, por poco no se hacían la paja delante de todos.
La locura duró tres semanas. Yo salía a la calle, caminaba tranquilo, como siempre, miraba algún que otro árbol de la calle principal, orgulloso de mí, de estar ajeno a todo esto, y veía un auto que pasaba como una bala, a unas pibas que corrían con paquetes de acá para allá, a los nenitos ya empilchados mirándose en el reflejo de las ventanas de algún negocio, a los viejos sacándole brillo a los bastones, y confieso que me irritaba. La ignorancia me irritaba, aunque, no sé por qué, nunca pregunté el motivo de tanto desquicio. Nunca oí los motivos de la fiesta, sólo se decía que era “importante”.
Sin mucha ansiedad de mi parte, llegó el día. Salí bien temprano y fui hasta el río. Me acordé de las Invasiones Inglesas. ¡Barcos y barcos y barcos flotaban por ahí que pensé que se iba a inundar todo! Me asusté y fui hasta la ruta. Por allí tengo una casita en un árbol. La ruta era peor que el río. Decenas de camiones al costado, parados, más los que seguían llegando. Empecé a acostumbrarme. Podía ser divertido.
Ya cerca de las nueve de la noche me acerqué al galpón. Iba con remera y bermudas pero a nadie le importó. Más allá de la locura había bondad en la gente. Entonces me acordé que yo pensaba que en la vida de una persona siempre llega un momento clave, como una bisagra, que cambia todo, y que quizás este era el momento.
Me senté enfrente. No quise entrar en ese galpón hasta que se calmara un poco todo. Había una cola que daba casi la vuelta a la manzana. Por un lado de la calle veo venir a un pibe, alto, bien vestido, sobrio. Oigo a alguien que lo llama y él sigue caminando, el cuello bien alto. Me gustó esa actitud. También vi a una chica. Ella viene desde el otro lado. Camina muy decidida. No los conozco. Se miran. Tan decididos venían que sin hablar entran juntos. Los seguí.
Nunca vi a una pareja mirarse tanto a los ojos. Esa mirada apagaba todo la música asquerosa que sonaba. A ella le gustaba bailar. Lo abrazaba y él levantaba los brazos. No los vi hablar. El se alejaba un poco y ella, con precaución, lo seguía. Entonces él la miraba como pidiéndole que comprendiera algo. Ella lo abrazaba. Le tomaba los brazos y él los dejaba caer.
Caminé solo durante un rato. Miraba la gente, todos tenían los ojos grandes, estaban bien despiertos, atentos. No vi a nadie conocido. Creí que nadie del pueblo estaba dentro y que era una fiesta de forasteros. Me sentí fuera de lugar. Hasta que encontré a la parejita. Se besaban. Sólo tocaban sus bocas. Parecía haber un acuerdo tácito sobre no entrar en contacto con ninguna otra parte del cuerpo. Era hermoso. Un gran amor, pensé. Qué buen beso. Se separan. Ella espera un abrazo. El, que ella lo deje.

Chiquito

- Por favor, decile a Chiquito, cuando llegue, que me de una mano en el taller.
- Le digo.
Siempre respondía educadamente, aunque apenas me quedaba sólo hacía cualquier cosa. Parecía que jugar a los videojuegos era algo normal, los viejos se lavaban las manos, y los pendejos, embobados. Pero lo normal al quedarse solo era preparar venenos para matar alimañas, tirarle engrudo a la ropa colgada de la vecina, enterrar en el jardín cosas de los viejos. Peor cuando llegaba Chiquito. Tenía más experiencia y menos miedo. “¿Querés enterrar algo?” Y el loco enterraba bombas de estruendo. “¿Le tiramos algo a la vecina?” Y le tiraban bombas molotov. Chiquito iba y venía. Siempre parecía atento, centrado, nunca triste.
Entró Chiquito esa tarde y le llegó la noticia del taller. No tenía ganas. Raro. Estaba un poco cabizbajo.
- Tomá un poco de jugo, Chiquito.
- Gracias- dijo, y se le cayó. Se le cayó el vaso a Chiquito. Fue como si se cayera un ídolo. Chiquito, con la mano agarrando el aire. Miraba el suelo. Yo, fijo a su cara. Se dio vuelta. “Vení”. Agarró una campera y enfiló hacia la puerta. Obviamente lo seguí. Fuimos en la moto a todo lo que daba por la pavimentada. Chiquito se pasaba el brazo por la cara.
Paramos en la estación de tren. Chiquito no hablaba. Yo pensaba en que algo divertido iba a pasar. Llegó un tren. Chiquito se metió de un salto entre dos vagones y trepó al techo. Era el atardecer. Yo lo miraba queriendo sonreir. El tren empezó su marcha lentamente y yo me paré. Chiquito empezó a correr sobre el techo. “¿Qué hacés, Chiquito?” Corrió, corrió, y desapareció. Lo último que ví fue un salto.

Soledad y el peso de su angustia

Soledad y el peso de su angustia, aplastadas sobre la silla del bar. “Mirá, mirá esa pendejita, mmm.” Bebe algo que está sobre la mesa. Soledad, pobrecita, machacada, machacada por dentro, zapateada, con el cerebro ocupado, rebalsando pus, muerta de amor. “Qué flor de pendeja, mirá, media tristona encima, mmm, sabés cómo la haría feliz, jajaja”. El Chiquito la dejó en banda, la cagó, pero ella también, qué creída, ¿cuánto tiene? ¿22?, pero se le cae el cielo, se hunde, se le cierra la garganta. No se deja llorar, no es ella. “Che, nena, arrimate a la barra, dale vení”. No sé qué pensar. Creo que Soledad es peligrosa, ahora es peligrosa porque…Andá Soledad, andá con el muchacho de la barra, no te quedes sola, Soledad. El hombre detrás del humo, humo visible apenas a la luz de los billares, es un zángano, pero lleva a Soledad dentro, pobre infeliz. Imaginá que Soledad, muerta como está, va con el tipo. Sí, llevá a la pendejita con el tipo, dale un par de tragos fuertes, secale las lágrimas como un papito, tocale el culo, la conchita, mmm. Imbécil de mierda, le dice Soledad, y se queda al lado del tipo, se apoya en su pecho. Ese bar de noche, denso, caliente, ahora es un camión caliente, loco sobre la ruta, el tipo que cree que lleva a Soledad al costado pero en realidad la tiene adentro, honda en la carne, en el sudor, en ese brazo morado por el sol, mientras con el otro le toca la piernita a Soledad, ella a esa altura no es nada, un vegetal, carne pasada de varios días, el sol quemándole las piernas. El tipo sonríe, está triste. Loco, acelera y la pared se acerca.

¿Pero qué hace una pendejita en un bar de camioneros, con un vaso de ginebra en la mesa, que ni tocó, queriendo llorar a través del vidrio? ¿Qué hace? Como si fuera grande…Afuera del vidrio hay más luz, adentro quedó el tipo con soledad, eterna, pobrecito. Soledad busca algunos ojos, se transforma. El cielo sube, deja de aplastar, no sé si sonríe.
- ¡¡Mamáaa!!
Creo que ve a una mujer. Corre.

miércoles, mayo 6

Indice

Retomo aquello que enuncié anteriormente donde digo que a veces "no se piensa". Es evidente que esto sucede permanentemente en nuestras vidas. Nadie piensa, al caminar, "ahora avanzaré la pierna derecha, ahora la izquierda".
Muchos de nosotros estamos mucho tiempo frente a una computadora varias horas al día haciendo lo que sea. Tenemos bajo nuestra mano derecha un aparatito (¿pensaron en ello?) que movemos todo el tiempo y sobre el que apretamos un botoncito, mientras la pantalla nos hipnotiza. Ahora bien, si el ojo no es, en sí, un órgano propiamente dicho sino que es una especie de extensión del cerebro, es decir, un pedazo de cerebro que se asoma por el cráneo para sentir la luz, lo mismo digo del dedo índice. El dedo índice, para mí, es casi como un ojo. (Entre otras cosas, creo esto luego de haber escuchado una anécdota en la cual una mujer le da de comer a un caballo que arrastraba un carro y el caballo le arranca la primer falange del dedo índice. Me sorprendió ver a la mujer de buen ánimo luego del episodio siendo que había perdido ¡la punta del dedo índice! Piensen en ello). La atención que hay que prestarle al dedo índice no es menor, es una gran parte de nosotros, de nuestro cerebro, de nuestra personalidad, interviene plenamente en la comunicación. No es casual que la redacción haya optado por publicar la encuesta.
La propuesta es prestar atención a la actitud del dedo índice sobre el mouse. Y no solo eso, sino ser concientes de cómo se va durmiendo esa porción del cuerpo, y por ende el cerebro, la persona. Sé de quienes cambiaron al dedo mayor y se hicieron adictos. Todavía no se sabe qué se duerme a la par del dedo mayor. Algunos usan los dos al mismo tiempo.
Me apesadumbra saber que dentro del infinito espectro de sensaciones que abundan en el límite entre nuetros cuerpo y el cosmos, la casi única sensación que estamos experimentando es la de un botoncito que hace click, click...click.

lunes, mayo 4

Petiso

N. d L. Investiga (1° Parte)

Banda Varela (Catamarca) – Luego que llegara información de buena fuente a nuestra redacción, NdL Investiga se traslado a Catamarca.
Todo hacía pensar que el gobierno nacional taparía, primero a través del mosquito, y luego del chancho, hechos perturbadores que tienen como epicentro la provincia de Catamarca, pero que ya se habrían propagado por todo el territorio Nacional. Es lo que los especialistas no dudan en llamar “la epidemia o pandemia del pitufo”.
El 17 de abril del 2000 en Santiago del Estero, un agente de policía de la localidad de Frías regresaba a su domicilio por la Plazoleta Antonio De La Vega cuando repentinamente vio un ¨petiso¨ que identificó como a un niño. Molesto porque era tarde y el menor andaba solo por la zona, el oficial se acercó para recriminarlo con la firme intención de devolverlo a su domicilio, pero grande fue su sorpresa cuando el ¨pequeño¨ de extraña apariencia encendió sus ojos como llamas rojas fulgurantes. Reservado su nombre, el oficial comentó que todo pasó rápido y que de un momento a otro la figura desapareció. Pero todavía más impresionante resulta la experiencia de otro policía, el Cabo Agüero de la localidad de Banda Varela, en la Provincia de Catamarca, a pocos kilómetros de la capital provincial. El episodio ocurrió cuando Miguel Carlos Agüero (37) dijo haber visto un ¨duende¨ que le habló y le dijo que venía a buscarlo de parte de Satanás.
Las últimas versiones indican que el extraño ser ya habría sido visto a pocos kilómetros de la Capital Federal y las autoridades sanitarias estarían aconsejando dejar de lado tanto los repelentes contra insectos como los barbijos para pasar a utilizar bolsas de supermercado con agua colgadas, que, según cuentan, espanta al extraño ser.-

viernes, mayo 1

¿Un feriado más?

El presente nos interroga y a veces nos obligamos a dar respuestas rápidas. Vivimos rápido. Nos movemos en una dimensión (tiempo) que nuestros sentidos, con su actual estado de desarrollo, no logran aprehender. Entonces se duerme, se trabaja, y se "hace nada". Y a veces no se piensa.
Hoy es feriado. Además, fin de semana largo. Entonces se planean viajes, se piensa en descansar, etc. Es feriado porque hace 123 años algunos que sí pensaban se cansaron. Apenas se los protegía impidiendo que trabajasen ¡no más de 18 horas por día! Hoy no sucede algo muy distinto a aquello (es decir, se trabaja de manera casi esclava), con la diferencia de que hoy tenemos la experiencia del pasado. Sin embargo, hoy el 1º de mayo es casi un feriado más. En 1886 en Chicago, los trabajadores propusieron una huelga para el 1º de mayo con la limitación de la jornada laboral a 8 horas como máximo reclamo. En los días que siguieron al inicio de la protesta la policía reprimió, mató a 6 personas e hirió a muchas más. Luego, como si esto fuera poco, se enjuició y condenó a muerte a 7 personas más. Posteriormente se estableció la legalidad de las 8 horas de trabajo.
Es decir: no es un feriado más. El que es trabajador, es trabajador, y debe saberlo, ser conciente de ello. En ello se va su vida. Ninguna muerte debe pasar desapercibida jamás.