martes, junio 23

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 10ª parte

Roby cruzó la puerta de su departamento, miró el papel con la dirección del funcionario, palpó su arma, y se dirigió a la calle. Iba a tomar un taxi pero resolvió no hacerlo. “Es mejor que me vea la menor cantidad de gente posible”, pensó. Miró en ambas direcciones de la calle. Inclinó la parte delantera de su boina para cubrir un poco su rostro y comenzó a caminar. Encendió un cigarrillo. Era muy temprano todavía y estaba oscuro. Algún que otro taxi deambulaba por la calle, recorriendo la recta final del turno noche. Unas mujeres se acercaban a Roby caminando en dirección contraria. Eran tres y vestían minifaldas de colores chillones y diminutas carteras. El silencio de la ciudad permitió oír a la que mascaba chicle, con la boca abierta y mostrando los dientes, y que hacía un globo tras otro. Los tacos de las mujeres repiqueteaban contra el suelo. Eran pasos agitados y nerviosos. Al pasar al lado de ellas notó que estaban maquilladas por demás. Roby pensó que le harían algún ofrecimiento, inoportuno para él. Se había equivocado (las mujeres pasaron junto a él sin mirarlo) y pensó que ya habrían tenido una noche agitada. Dobló en la esquina. La calle con que se encontró era más oscura que las otras, pero igual estaba tranquilo. Tan tranquilo y distendido que por un momento pensó en cumplir su cometido de manera sutil porque solo pensaba en el dinero. Al cabo de varios minutos de caminar por las silenciosas y poco acogedoras calles de la ciudad que lo separaban de la casa del funcionario miró de nuevo el papel con la dirección, luego contempló el frente de una casa y pensó, decidido, “Es aquí”. Subió una pequeña escalera hasta llegar a la puerta. Sacó su arma, la puso a punto para utilizarla, miró hacia atrás, la guardó y, algo nervioso pero seguro de sí mismo, llamó a la puerta. Esperó un instante y alguien del otro lado abrió. Cuando Roby pudo contemplar a esta persona olvidó todo deseo de actuar con docilidad, como había pensado anteriormente, y la agresividad se apoderó de él. Estaba frente al enemigo.

lunes, junio 22

jueves, junio 18

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 9ª parte

La hora en la cual Roby debía cumplir con su encargo era preferentemente por la madrugada (de esta manera los de la oficina iban a tardar más tiempo en sospechar, es decir, el tiempo hasta la mañana siguiente). La víctima era un funcionario del Municipio (le habían dicho qué cargo poseía pero no lo recordaba) que les había estado “causando problemas” – según había expresado, en otra ocasión pero en la misma conversación, su jefe de turno – con un salón de juego clandestino, cuyo camuflaje era una casa que vendía telas, que además de enmascarar lo prohibido funcionaba realmente y era propiedad de la misma persona que manejaba el salón, es decir, su jefe.
Ésa madrugada (la del día estipulado) Roby se encontraba en lo que habitualmente era su morada. Un departamento (por llamarlo de alguna manera) situado en una especie de conventillo oscuro y lúgubre, dominado por una humedad fría y vapores de diversas procedencias en el cual los ecos siniestros se hacían sentir y paralizaban a todo aquél ajeno al lugar. Rara vez pagaba el alquiler – digamos que nunca lo hacía – y su fama de hombre rudo lo ayudaba en su cometido. Nunca citaba a nadie en aquél sitio, sino que prefería que lo citen, o en todo caso, hacerlo él, pero alejado de la zona, que por sus características podría afectar su imagen; (en esta elección había también una pequeña cuota de vergüenza).

miércoles, junio 17

La misión

El ruido del celofán y el papel metalizado comprimiéndose era el signo. Los cigarrillos se habían terminado. El paquete de Marlboro solía ser una especie de fuente de poder para el poseedor, pero ahora devolvía una imagen de nostalgia, como cuando se aleja algo o alguien muy querido. Junto al bulto abollado había unos pocos restos de tabaco, un encendedor azul, un cenicero de madera y escasas cenizas que no habían llegado a destino.
Antes de incorporarse se contuvo de hacer manualidades por enésima vez con el papel rojo y blanco del paquete. Recogió su campera, tomó las llaves y fue a llamar al ascensor. Pulsó PB. Se miró en el espejo, y aunque estaba bastante desarreglado, solo atinó a achatar un poco su cabello, pero no consiguió mejorar notablemente su aspecto. Un sacudón le avisó que había llegado. Salió del ascensor y se detuvo frente a la puerta que da a la calle unos segundos, como si pudiera adivinar la situación exterior, ya sea temperatura, sonidos, aromas, con sólo observar aquél ambiente. Resuelto, salió a la calle en busca del quiosco, su quiosco.
“Hola, un Marlboro...” –pidió con una voz ronca y metálica, señalando el dispensario de cigarrillos.
El vendedor dejó el paquete en el mostrador y él sacó el dinero, que obviamente no estaba justo. Era un billete chico. Luego de recibir el vuelto, y sin contarlo, salió del negocio. Comenzó a golpear el lado del atado donde se encuentran los filtros contra la palma de su mano, para que baje el tabaco. Abrió el celofán. Rompió el papel metalizado. Extrajo un cigarrillo y se lo llevó a la boca. Se tocó todos los bolsillos en busca de fuego y luego se frenó. Volvió sobre sus pasos. Ingresó nuevamente al quiosco. El vendedor estaba en el fondo del local. Con el cigarrillo en la mano señaló el encendedor disponible para los clientes, que siempre resulta difícil de encender, y el otro asintió. Volvió a llevarse el cigarrillo a la boca y lo prendió. Levantó el brazo saludando, pero el otro no lo vio.
Había dado una pitada profunda.
Cuando salió del quiosco largó el humo.
Misión cumplida.


Pablo Schvarztman, Rosario, 23 de Mayo de 1999

martes, junio 16

Ojo

Una inmensa pared convexa me miraba la espalda. Yo estaba sentado en su pestaña-balcón, con las piernas recogidas, en la triple frontera de la mirada. Duró apenas un instante.

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 8ª parte

Cuando se repuso, todavía algo nervioso, intentó continuar con la conversación. “¿Y, qué me dice?”. El otro había estado hablando sólo un buen rato, y ya había hecho la oferta. “¿Perdón?”. “Mire, no tengo tiempo para perder. Sólo dígame si está de acuerdo con la cifra”. “¿Cuál era esa cifra?”, inquirió Roby, algo perdido. “¿Usted me está cargando? Acabo de informarlo sobre eso. Cuarenta mil dólares. Diez si acepta, ahora. La otra parte luego del trabajo”. Aunque se puede decir que Roby había vuelto completamente a la normalidad, la cantidad de dinero ofrecida terminó de recomponerlo. Luego de pensarlo (aunque en realidad era otra de sus jugadas, ya que no lo estaba haciendo, sino que había decidido aceptar desde el principio), dijo, “OK. Acepto”. “¡Muy bien!”, dijo el otro, dándole la mano. “¿El dinero?”, preguntó Roby. “Oh, sí. Veo que es un hombre rápido”, respondió algo molesto Sachia (así se llamaba). “Es parte del trato, ¿no es así?”. “Sí, por supuesto”. Sachia se dirigió hacia una biblioteca y extrajo la suma establecida de una caja escondida. “Aquí tiene”, exclamó, entregándole el fajo de billetes. “Junto al dinero hay un papel con todas las indicaciones”.

martes, junio 9

Pablito

Con garra, coraje y bravura,

Pablito despliega su fuerza,

raleando patadas furtivas

Cambiando de ritmo de pronto
Encara hacia el centro de la cancha como una fiera desatada


Se para delante del cuatro,

amaga, sopesa, intuye,

engaña y dispone de tiempo


Pablito, ¡la gloria está cerca!
¡Pateándole abajo no llega!

¡Goooooool!


Pablito corre y una turba de brazos lo ahoga.

Y siente que el fervor de esa tribuna
quedará para siempre en su alma.

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 7ª parte

Roby no prestaba atención. Pensaba en su universo. Un universo irreal, creado por él, con detalles tomados de la realidad, y modificados consciente o inconsciente por sus miedos, deseos, hechos, recuerdos, creando un mundo propio, aislado de las verdades exteriores. Y pensaba en este universo porque esa persona que le estaba hablando había infringido su ingreso expresando, anteriormente, que estaba al tanto de su modus operandi. Esta aseveración causó impacto en Roby, y derrumbó toda idea de sí mismo y de los demás. De sí mismo pensaba que era un hombre que se llevaba el mundo por delante, que todos le temían y que gozaba de poder, sobre todo en su zona. Pero si conocían su forma de actuar y se lo comunicaban tan dócilmente, las cosas no debían ser como se las imaginaba. Y cuando descubrió eso, sus ideas, perfectamente ordenadas, fueron víctimas de una ventisca que las desparramó, dejándolo sin posibilidad, por algunos instantes, de elaborar razonamientos concisos.

lunes, junio 1

Rosariazo

Películas, documentales, charlas. Todo por estos días nos remite a lo que sucedía hace 40 años en este país: el derrocamiento de un gobierno. Y una vez más, como siempre sucede en estos casos, la muerte. Durante las manifestaciones en esta ciudad murieron Adolfo Bello y Luis Norberto Blanco, asesinados por la policía. Si lo que surge es la nostalgia, recordemos que hace tan solo 8 años sucedió casi exactamente lo mismo con la caída de De la Rua. Y una vez más, la muerte de estudiantes y trabajadores es la que encamina los cambios sociales. Realmente patético.
La situación actual del mundo es una oportunidad incomparable para la lucha. Yo, con 27 años y un incipiente pesimismo respecto a los cambios sociales, creo más que nunca que hay avivar la crítica al capitalismo y a la forma de vida actual. La realidad, lo material, nos dice que ese modo de producción no tiene salida, que no soluciona ni mejora los problemas ni la vida de la mayoría. Es el momento de proponer sin miedo nuevos paradigmas y nuevas formas de creación. No podemos ser tan ciegos.

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 6ª parte

Los dos se sentaron en el escritorio. Roby acercó el vaso a su nariz y olfateó la bebida. Como había exigido, no tenía mucho alcohol. “Se imaginará por qué lo han traído aquí”, “El otro muchacho me comentó algo sobre un trabajo”, “Exactamente, un trabajo para usted”. El hombre se paró y, mientras caminaba alrededor de la oficina revolviendo con el dedo su whisky, continuó, “Obviamente querrá saber de qué se trata. Pues voy a comentarle. El trabajo consiste en matar a una persona”, “Hay muchos como yo en esta ciudad. Podría haber llamado a cualquier otro”, “Es verdad, pero lo necesitamos a usted”. Después de esa frase Roby quedó estupefacto y paralizado. Comenzó a ir marcha atrás con su mente y a recapacitar sobre lo sucedido. El hombre acababa de decir: “Lo necesitamos a usted”. “Me conocen”, pensó Roby. El nerviosismo se apoderaba de él. “Conocen seguramente mi forma de actuar, también”. “Lo necesitamos a usted porque queremos un asesinato a su estilo”, continuó el otro. “¡Sí, Dios, me conocen!”, repetían las voces dentro de su cerebro. “Es decir, no queremos sólo la muerte, sino que es como una venganza personal. Queremos que sea despiadado, ¿entiende?. Alevosía.”