jueves, junio 18

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 9ª parte

La hora en la cual Roby debía cumplir con su encargo era preferentemente por la madrugada (de esta manera los de la oficina iban a tardar más tiempo en sospechar, es decir, el tiempo hasta la mañana siguiente). La víctima era un funcionario del Municipio (le habían dicho qué cargo poseía pero no lo recordaba) que les había estado “causando problemas” – según había expresado, en otra ocasión pero en la misma conversación, su jefe de turno – con un salón de juego clandestino, cuyo camuflaje era una casa que vendía telas, que además de enmascarar lo prohibido funcionaba realmente y era propiedad de la misma persona que manejaba el salón, es decir, su jefe.
Ésa madrugada (la del día estipulado) Roby se encontraba en lo que habitualmente era su morada. Un departamento (por llamarlo de alguna manera) situado en una especie de conventillo oscuro y lúgubre, dominado por una humedad fría y vapores de diversas procedencias en el cual los ecos siniestros se hacían sentir y paralizaban a todo aquél ajeno al lugar. Rara vez pagaba el alquiler – digamos que nunca lo hacía – y su fama de hombre rudo lo ayudaba en su cometido. Nunca citaba a nadie en aquél sitio, sino que prefería que lo citen, o en todo caso, hacerlo él, pero alejado de la zona, que por sus características podría afectar su imagen; (en esta elección había también una pequeña cuota de vergüenza).

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