viernes, diciembre 25

No necesito un mensaje. Por eso me gusta la música instrumental. Qué raro. Recién ahora me doy cuenta de ello. Siempre pensé -pensé- que funcionaba a la inversa, a la manera opuesta: que yo era tonto por escuchar música instrumental, que soy inculto por no prestarle atención a la letra de una canción, si es que la tiene. Viste, nene. Es precisamente al revés. Escribo por inercia. Pero todo esto está re mal escrito. Me doy cuenta cuando lo releo: es tristísimo, sin onda, sin música. Escucho música mientras. Eso sí es raro porque escribo mientras escucho música medio pensando en cualquier cosa, pero algo sale. Algo que es muy choto. Pero sigue ocupando espacio. Como un ensayo de hasta donde puedo escribir cualquier pelotudez aún escribiendo bien. Qué contradictorio. Ahora lo único que escribo es un mensaje. Porque la música es malísima.

miércoles, octubre 14

PROYECTO

Juan tiene 23 años. Tiene mucha cara de nene aunque algunos rasgos de alguien mayor. Es difícil intuir su verdadera edad. Trabaja en una oficina como programador. Siempre usa traje para aparentar. Vive con Julia en un lugar chico, feo y alejado del centro de la ciudad. Con Julia pelea porque ella dice que ese trabajo le consume casi todo el día y no pueden verse y porque él le regala cosas que ella no necesita. También se enoja cuando Juan se da el lujo de romper un cheque de su anterior trabajo diciendo que es miserable. Antes era dibujante. Guarda sus dibujos de maneta metódica, por fecha, en una caja. Debajo de la caja de los dibujos hay otra caja, donde va guardando de a poco billetes que se van acumulando. Además de con Julia y su tío abuelo no tiene otras relaciones. Habla poco. Juan descubre algo en un programa que le llama la atención y le avisa a Joaquín, una especie de jefe de sección. Joaquín lo cita para seguir charlando sobre ese tema mientras la relación con Julia se va deteriorando: Juan trabaja mucho mientras su tío abuelo requiere más cuidados. Juan y Joaquín se reúnen en un bar. Sin hablar mucho beben. Siguen bebiendo. Joaquín le pregunta cosas, intenta sacarle información. Lo que descubrió Juan es muy complejo para alguien que trabaja hace tan poco tiempo en la oficina. Juan responde con evasivas, con respuestas escuetas. Pasan a una sala de billares y siguen bebiendo. Mientras Juan estudia los elementos del juego (mesa de billar, bolas, tacos), Joaquín le sugiere que gracias al error descubierto en el programa se puede robar dinero. Joaquín queda perplejo por la manera en que Juan le gana el partido, siendo que Joaquín es un gran jugador.

Joaquín le ofrece hacer fraude y la ambición material de Juan lo hace aceptar. Julia visita a su madre y experimenta fuertes dolores de panza. Ese día ya no vuelve a su casa y de ahí en más se queda a vivir en lo de su madre. En la oficina descubren en el escritorio de Juan los discos con que trabaja en el fraude. Joaquín le recomienda que se vaya, que desaparezca. Sabe que algo malo va a pasar. Juan no entiende qué pasa y lo increpa a Joaquín. Joaquín responde más violentamente y le repite que desaparezca. En la oficina el Gerente planea con la policía un plan para perseguir a los estafadores porque el fraude puede seguir vía Internet. Julia sale de su casa con las últimas pertenencias que le quedaban por buscar. Cuando Juan aparece luego de huir de la oficina se esconde de Julia. Cuando ella se va recién él entra. Joaquín sufre las consecuencias de un Gerente violento. Algunos días de incomunicación entre Juan y Julia. Joaquín lo ubica a Juan en un prolijo departamento para que se esconda mientras los de la oficina lo buscan. No le da muchos detalles. Juan no pregunta mucho. Sin trabajo, sin hablar con Julia, Juan está perdido. Encerrado en el departamento mira y mira sus dibujos. Joaquín lo visita y algo le sorprende de algunos dibujos de Juan. Son imágenes que Joaquín soñó con anterioridad. Juan vuelve con la cabeza agachada a su anterior trabajo. Lo reciben bien y le encargan un personaje para unos dibujos animados. Juan empieza concebir un personaje que no se comunica muy bien con los demás: no responde, o responde cosas incoherentes. Juan vive una época miserable. Poco dinero. No puede enfrentar a Julia y decirle la verdad: que lo echaron del trabajo, que es un estafador, sobre todo porque todo eso lo hacía por ella, para comprar una bendita casa afuera de la ciudad. Un buen día Joaquín lo visita a Juan. Mientras charlan Joaquín le ofrece una buena cantidad de dinero por uno de sus dibujos. Le dice que le sacó una foto sin que Juan se diera cuenta (Juan no tolera que le saquen fotos a los dibujos porque dice que se arruinan “la foto es una mirada corrompida”). Desde su celular proyecta sobre la pared una foto de un dibujo de Juan con perfecta nitidez. Dice que así se lo ofreció a esa persona y que esa persona lo quiere comprar. Lo que Joaquín ofrece es una buena cantidad de dinero. Juan acepta y queda perplejo. Esa noche no puede dormir. Al otro día se viste con ropa distinta e intenta llamar a Julia después de unas semanas y no puede comunicarse. El dinero que recibió es una buena cantidad pero le falta bastante para poder comprar una casa. Mientras, sigue con su trabajo de dibujante y el personaje que no puede comunicarse. Juan tiene una nueva vecina, vieja, que es amable pero que Juan no tolera. Nunca le contesta, o no se hace entender, o le grita o le da un portazo en la cara. Durante varias noche se queda observando sus dibujos y las fechas de los dibujos. Día a día los va ordenando de diferente manera. Logra comunicarse con Julia y se encuentran. Julia le dice que está en lo de la madre y Juan le miente diciéndole que sigue en la oficina pero que se mudó. Julia sospecha de esta iniciativa de Juan. Los dos están de acuerdo con que este tiempo separados puede ser positivo. Una noche, mientras Juan escuchaba música y miraba sus dibujos recibe un llamado del geriátrico. Tiene que ir urgente. Llega y se entera que asesinaron a su tío abuelo. Le cambiaron las pastillas que tenía que tomar. Y además le dieron un tiro en la cabeza. Juan está desconcertado. Joaquín le compra otro dibujo por mucha plata. Juan está tan dolido por lo de su tío abuelo que acepta sin ponerse muy contento. Recibe presiones del trabajo para terminar los dibujos. La busca más a Julia. Le propone volver. Julia lo rechaza discretamente. Ella está progresando con sus talleres para niños y está contenta. Sospecha que está embarazada. Joaquín sigue comprándole dibujos a Juan y los va coleccionando. Mientras Juan va juntando cada vez más plata intenta reconquistar a Julia de manera más prepotente. Hay días en que prácticamente no dibuja para su trabajo y sí lo hace para sí mismo, por ejemplo, autorretratos. Está más atento con su vecina. Usa cualquier ropa. Está encontrando un camino pero tiene muchos obstáculos. Un día lee en el diario una noticia que dice que “…sigue sin explicación el fraude en el Banco…”. Otro artículo sobre casos anteriores, con violencia por parte de la empresa. Le pregunta a Joaquín sobre eso y Joaquín niega todo, no le da importancia. Cierto día Joaquín invita a Juan a su casa. Juan, sin que se de cuenta Joaquín, descubre los discos y que Joaquín lo traicionó. Además, ve algunos de sus dibujos colgados en las paredes. Juan descubre también que hay un auto que lo sigue, y movimientos sospechosos alrededor del departamento donde vive. Cree que lo están buscando y se queda a la noche despierto espiando por la ventana. Prueba tomar distintos caminos por la calle para ver si lo siguen. Le comenta a Joaquín esto y le dice que va a hacer una denuncia. Lo hace de manera de ver cómo reacciona Joaquín. Joaquín lo convence de que no haga la denuncia y lo ayuda a diagramar un plan para descubrir si lo están buscando. En la casa de Juan, Joaquín descubre el cuadro de Julia embarazada y le hace una oferta a Juan, que la rechaza y cambia de tema inmediatamente.

miércoles, septiembre 23

La cuarta crisis (o La lógica del milagro)

La calle está sucia. El reflejo roto del amanecer en el frente del taller. Sin orden, las bolsitas de nailon explotadas de basura chorrean un pasado podrido y viscoso. Olor a mierda. Un tipo se tira a dormir en un zaguán. Se echó ahí porque es pobre. (¿Porque es loco?) No tiene la fuerza del éxito, la fórmula milagrosa que ¿por qué no deberíamos experimentar todos? No tengo lógica al escribir. ¿Espero un milagro? Espero un milagro.

jueves, septiembre 17

La cuarta crisis

Una, y otra, y otra más. Hacia afuera. Bombas. Adrenalínicas. No avance.
Miro, sentado en el auto, en ángulo, el taller mecánico. Carlitos está en el cuadro. La calle es un tubo angosto, perpendicular a nosotros. Así llegan de un lado a otro las bombitas y de paso me permiten medir la distancia que me separa del desti-no. La lógica del milagro es para los pobres. Como yo. ¿Y si lo acepto, solemnemente? ¿Es tan importante este día? ¿Todos los días este día? Bah, pura cháchara...

lunes, septiembre 7

La lógica del milagro

En el largo espacio que ocupan los escasos veinticinco segundos entre el golpe de Marsupiale sobre la chapa, y su salida del taller mecánico, conecto con la gravedad del asunto; es la condensación de la historia mía, lo centrífugo del milagro. La idea del milagro -porque, sin abundar, es una idea apenas, no existe- es la lógica del instante. Podría ser el instante sentado al lado de Carlitos: la fuerza de gravedad, el asiento de resortes, mi espina dorsal. Y el peso de la simetría cargándome de manera implacable por años. Un discurso sin fisuras. Atado escribo. Escribo. escribo.

miércoles, septiembre 2

En 3

1. DIA -EXT- CALLE

Una MUJER (33) compra un abundante RAMO DE FLORES. Se la ve contenta. Su vestimenta está muy cuidada. Entra a un Sanatorio.

2. DIA -INT- SANATORIO

La Mujer avanza por un pasillo. De repente ve a un POLICIA en la puerta de la habitación y frena de golpe. Ahora se la ve preocupada.

FLASHBACK

3. NOCHE -EXT- CALLE

Un HOMBRE (34) y la Mujer corren por una calle desolada, escapando. Van armados. Están vestidos de negro. Ella usa un pasamontañas. Doblan es una esquina.

DISPARO

El Hombre cae. La Mujer vuelve lo arrastra hasta un PASILLO angosto.
Respiran con dificultad. El rostro de Ella es lo último que se ve antes de quedar perdidos en la oscuridad.

FIN FLASHBACK

La Mujer es la únca persona en el pasillo del Sanatorio. Detiene su marcha. El Policía mueve sus ojos hacia ella. Ella se tapa la cara con el Ramo y continúa caminando. Pasa delante del Policía. Éste la mira y luego pierde la vista. La vemos a Ella de espaldas. Tira el Ramo de flores en un TACHO. El Ramo es colorido, vivaz, y se pierde entre los Desechos del tacho.

viernes, agosto 21

La cuarta crisis

Faltan treinta y cinco días para los veintiocho. Pero ¿qué son un puñado de días comparado con las bombas de adrenalina que golpean desde adentro? Pienso. No pienso. Me creo importante por estar atento al presente. Treinta y cinco días. ¿Qué son? Son hoy, todos los días. Toda una vida es hoy, todos los hoy. Una vida adrenalínica infinita. ¿Será un indicio? ¿De un cambio? ¿Será matar al Rengo, cobrar muy buena guita y zafar al fin de lo insoportable/soportable? Soy místico pero no creo en los milagros. Entonces ¿de qué cambio hablo? ¿Qué majestuoso cambio pretendo perpretar? Si todos los días son uno, ¿todos los días un cambio? Qué pesado. Qué trabajo. Estoy empezando a creer que soy débil. Qué vergüenza. Ahora, en el asiento del acompañante, este Carlitos que parece fantasmal, esa clase de tipos que parece que no piensa, que le da para adelante. No soy como él. Y cada día, cada uno de los días que somos -treinta y cinco días/noches, infinitos días/noches- es diferente, dolorosamente diferente.
(continúa)

jueves, agosto 20

Recuerdo muy bien. En la esquina de Corrientes y Esmeralda era que
estaba aquel tipo. La muchedumbre circulaba a ese ritmo tan
típicamente citadino, como por olas, como impulsada por un corazón que
late, que late escondido en algún recóndito subsuelo de la ciudad.
Quizás sea el mismo corazón que impulsa con regularidad los subtes,
uno cada 5 minutos, los semáforos, verde, amarillo, rojo, verde, y
esos carteles de neón de las farmacias que repiten el mismo patrón una
y otra vez ad infinitum. Ejecutivos, colegialas, obreros, gente de
ocupación indiscernible, avanzaban, lo evitaban, lo rodeaban y lo
dejaban detrás sin prestarle atención. Como si fuera una piedra en el
cauce de un arroyo, un coágulo en una arteria. Fue antes del mediodía
cuando noté por primera vez que estaba ahí, con los pies inmóviles.
Quién sabe hace cuanto tiempo que estaba así. Bien podría haber sido
parte del mobiliario urbano, instalado oficiosamente ahí por unos
operarios de overol azul, los pies enterrados en el concreto desde
hace años, alimentado por alguna sonda invisible, como un cable de
electricidad alimenta a un poste de luz. Es extraño que la razón por
la que se destacaba, o al menos por la que se destacaba para mi, era
que permaneciera quieto. Por lo demás, el tipo no tenía nada de
especial, de mediana edad, ni alto ni gordo, ni flaco ni bajo, vestía
un sobrio pantalón negro, camisa blanca, sin sombrero, sin corbata.
Perdí pronto el interés, me acostumbré a verlo y dejé de notarlo.
Luego del almuerzo tuve que esforzarme para distinguirlo entre la
gente, tuve que ¨querer¨ verlo. Tanto uno se acostumbra a la vista de
algo que siempre está en el mismo lugar como a los sonidos de fondo,
como a esos olores persistentes que nos envuelven. Gracias a la
naturaleza que nos dotó con esa capacidad de ingorar lo habitual.
Desdichadas las personas que tienen la deficiencia de no poder
hacerlo, condenadas a escuchar, a oler, a ver lo que está ahí todo el
tiempo, el sonido de un taladro, la publicidad en la televisión, la
mugre, olores de origen indefinido. Esas personas terminan por
volverse locas, abrumadas por la acumulación de estímulos que no son
capaces de asimilar. Dejé la oficina entre reflexiones, pensando qué
cenaría, si pasaría a comprar pan o si recalentaría los restos del de
ayer, qué haría ese fin de semana, si llamaría a Laura esa noche o no.
Debí forzosamente pasar por delante del tipo sin verlo, si aún estaba
allí. El hecho es que a la mañana siguiente sí estaba en el mismo
lugar. Lo recuerdo porque ese día llegué particularmente temprano y la
gente aún no invadía la calle. Era aún posible, por simple
enumeración, detenerse a ver por la ventana de la oficina todas y cada
una de las personas que pasaban por la esquina de Corrientes y
Esmeralda en ese momento, si uno hubiese tenido la paciencia de
hacerlo. ¿Habría pasado la noche parado ahí? Imposible saberlo. Tal vez
podría preguntárselo yo mismo, preguntarle por qué razón permanecía
ahí, si era que esperaba a alguien o algo, si era ese su trabajo. Lo
haría, decidí que le preguntaría, si cuando saliese todavía continuaba
ahí. Pero lo olvidé, esa noche salí apurado porque el tiempo se me
había pasado y llegaba tarde a mi cita con Laura, una vez más pasé a
centímetros del hombre sin darme cuenta. Me odié por eso, porque era
viernes y no tendría una nueva oportunidad de develar el misterio
hasta el lunes. Pero ¿qué clase de loco pasaría el fin de semana parado
en una esquina? Se iría para siempre y nunca sabría por qué razón
había estado todo ese tiempo en ese lugar. Pensé en ir a verle el
sábado, tal vez si me despertaba antes que Laura, podría escabullirme
entre las sábanas y escapar, tomar el subte hasta la oficina y hacerle
la pregunta de una vez por todas. Luego volver a casa de Laura,
meterme en la cama y hacer como si nada hubiese pasado. Pero esa noche
dormí profundamente, Laura me despertó con el desayuno en la cama. La
odié y lo disimulé lo mejor que pude. El lunes siguiente estaba
decidido, pasaría por la esquina del tipo aunque no tuviese que
hacerlo realmente, me desviaría las dos cuadras solamente para
terminar con esta historia. Cuando llegué al lugar el tipo ya no
estaba. En su lugar, dos operarios vestidos con riguroso overol azul
colocaban un parquímeto. El parquímetro reemplazaría al hombre, lo
relevaría de su puesto, fuese el que fuese. Me imaginé al hombre,
tieso, entre escombros en algún depósito municipal, el cuerpo frío,
sin ya razón de ser.

S.

jueves, agosto 6

La cuarta crisis

Hoy rutina. Rutina. Palabra fea. ¿Pero es feo el incondicional cuidado por un otro ser? Estuve adaptando mis horarios, mi ritmo vital, mi sueño, mi alimentación, por mantener incólume, enhiesto, el firme deber que la experiencia ha impuesto en mí. En mi libretita, anotando días, horarios, Sol, luz artificial, etc. Hoy conexión, siempre conexión. Conexión para publicar esto, lector. Y otra Conexión también. Que es el trabajo diario. Rutina. “Si la rutina es eso, Bienvenida”. Yo trabajo para hoy. Siempre trabajo, siempre, para hoy. Carlitos limpia la 45. Limpia las balas, Carlitos. Las balas de la 45 limpia. Y la 45. Para hoy. Para matar al rengo Batres.
Dicen que soy místico. Lo dicen por ahí, algunos yegüos. Es el firme deber, digo yo. Yo ya aprendí mucho. Creo. Siento confianza y produzco. Es poco tiempo de vida para aprender, es verdad. Pero eso lo dicen algunos fracasados o mediocres. ¿Pero cómo explicar entonces esta muerte que estoy sintiendo en el pecho? Veintiocho años. Sé que no soy impecable. Por eso soy imperdonable. Siete por cuatro. La cuarta crisis.
-¡Rengo!
Taller mecánico.
-¡¡¡Rengooo!!!
Con Marsupiale, que gritaba, estaba Flavio. Marsupiale empieza a pegarle a la chapa de uno de los autos. El último puñetazo le duele. El Rengo aparece en la puerta. Sumamente enojado.
-Pegale una mirada, no sé qué mierda le pasa.
El Rengo, inmóvil. Una sola pierna tenía, una sola, pero al Rengo no te le acercabas ni a medio metro, así de fiero era.
-¡Para mañana, Rengo!
-Estoy lleno de trabajo- contestó el Rengo.
-¡La puta que te parió! ¡Para mañana!
Marsupiale lo apuntaba con el dedo, parecía que se le salía. Otro al que no te le acercabas ni por puta. Se fue con Flavio.
Desde el auto de enfrente, donde estábamos con Carlitos, lo vi al Rengo. Lo miré. Compasión de mierda que sentí. Es la cuarta crisis, pensé.

miércoles, agosto 5

"El dinero habla" FINAL

El “capo mafia”, dando cuenta de su majestuosidad, se dirigió a los de la mesa. “El dinero habla, señores. Esa es la única verdad. Este hombre se lo quería llevar de nuestros bolsillos. No podíamos permitirlo. De hecho, podemos no permitirlo nunca, pero a veces el honor nos impide actuar de esa manera. Pero este hombre, señores, era un matón de mala muerte que se iba a llevar el dinero de nuestros bolsillos”.

martes, agosto 4

"El dinero habla" 16ª parte

El miedo lo vencía y hubiera querido poder escapar de aquél lugar. En ese instante, Roby notó el movimiento de uno de los hombres, sentado cerca de la punta opuesta de Sachia. También pudo oír un ruido metálico, pero la voz de Sachia lo distrajo. “Tengo una mala noticia”, decía, mientras caminaba por la sala, “no tenemos el dinero ahora”. Giró y quedó de frente a Roby. Lo miraba, con una mano en la barbilla y un gesto displicente. Estaba jugando con él y Roby lo sabía. Entonces fue cuando Sachia le hizo un leve gesto afirmativo a uno de los hombres de la mesa que estaba detrás de Roby. Era el que se había movido y el que había hecho el ruido metálico. Se escuchó a alguien cargando una pistola. Luego, un disparo. Roby cayó muerto sobre la lujosa alfombra y la sangre comenzaba a mancharla.

lunes, agosto 3

"El dinero habla" 15ª parte

“¡Señor Gobrich! ¡Es un gusto verlo nuevamente! ¿Cómo está usted?”. Sachia se levantó de la mesa y se notaba la falsedad en sus palabras y en sus gestos. Estaba, obviamente, sentado en la punta, debajo del inmenso retrato. Alrededor de la mesa estaban los secuaces de Sachia. Había rostros que realmente causaban estupor. Todos vestían impecables trajes negros. Algunos estaban distraídos. Otros observaban intensamente a Roby, como estudiándolo. Estos últimos fueron los responsables de los continuos escalofríos del protagonista, que, por cierto, no fueron pocos. Sachia se acercaba a Roby, pero éste no le quitaba los ojos de encima a los sujetos de la mesa que, con su profunda intimidación, lo molestaban. Sachia apoyó una mano en la espalda de Roby y extendió la otra. Roby respondió el saludo pero miraba temeroso a su alrededor. Sachia tenía una sonrisa dibujada en su rostro, y también miraba, cada tanto, a los hombres alrededor de la mesa. “¿Cómo le fue con el trabajo?”, interrogó el “capo mafia”, sonriendo aún. “Cumplí con lo que me pidió”, atinó a responder Roby, muy incómodo. “No nos habrá fallado, señor Gobrich, ¿no? Mire que no nos llevamos muy bien con la gente que no cumple con su palabra. ¿No es así, muchachos?”, vociferó Sachia, en tono burlón. Les hablaba a los de la mesa, desde donde seguían observando a Roby incesantemente. “Sólo vine a cobrar el dinero restante”, dijo, intentando tomar una actitud recia, pero no lo consiguió.

jueves, julio 30

"El dinero habla" 14ª parte

Cuando por fin ingresó a la habitación mayor (guiado por el otro hombre) se encontró con algo que hasta hace pocos instantes no se esperaba, pero que desde el momento en que encontró la realidad dio por hecho: una sala amplia, que crecía en la dirección de una gran mesa de madera tallada, sobre un lujoso tapiz; un escritorio, a la derecha de la mesa, con algunos papeles encima ocultando el brillo que despedía su madera lustrada, una vitrina de vidrio donde se alojaban las más finas y variadas copas junto a algunos adornos que se multiplicaban infinitamente gracias al espejo en el fondo y los costados de ésta, y que daba la sensación de ser el acceso a una habitación contigua. Sobre la cabecera de la mesa había un espejo de enormes dimensiones y sobre éste un cuadro que parecía ser de un antiguo integrante de la familia.

viernes, julio 24

"El dinero habla" 13ª parte

Cuando cruzaron la otra puerta dieron con un patio interior, algo así como un patio de invierno, en el cual relucían las llamas de un hogar, que era casi la única luz en el lugar. Roby tenía su último cigarrillo entre los labios. Sacó de su bolsillo el encendedor. El ruido metálico al abrir la tapa inundó el lugar tal manera que lo hizo estremecer. Encendió el cigarrillo. El otro hombre estaba parado al lado de él, vigilando sus movimientos.
El destino era la habitación mayor, donde se encontraban el jefe del clan y sus más apegados ayudantes. Este lugar estaba a pocos metros de donde estaban Roby y el grandote. Cuando estaba en la mitad del patio, la inseguridad se apoderó de Roby nuevamente; mejor dicho, se potenció, o quizás se tradujo a miedo. Se detuvo y observó su cigarrillo. Se arrepintió de haberlo encendido. Pensó que si ingresaba a la habitación mayor fumando lo podían tomar como una falta de respeto. Dio una pitada y resolvió apagarlo en un cenicero que estaba situado en la pequeña mesada sobre el hogar. Luego de hacerlo sintió caer muy bajo su autoestima, pero esta vez (distinta a la situación en que dudó entre tocar el timbre o no), no le importó. Realmente tenía temor. Estaba chocando con una realidad; mejor dicho, con la realidad, en la cual él no era tan importante como pensaba y se sentía íntimamente amenazado, no por algo tangible ni por algo de lo cual tenía la certeza de que existía, sino por algo que en ese momento permanecía tácito. Algo que tarde o temprano saldría a la luz.

martes, julio 21

"El dinero habla" 12ª parte

Se detuvo frente a la puerta de calle de la casa de quien lo había contratado. Era de madera y estaba abierta de par en par. Permitía avanzar hacia un zaguán que daba a otra puerta. Dudó en tocar el timbre. Se preguntó por qué no le irían a abrir en ese mismo momento si era a él a quien esperaban. Pero supuso (y así era en la realidad) que los otros no sabrían el instante exacto de su llegada. Finalmente se dignó a pulsar el botón, no sin experimentar algo así como que su persona perdía importancia. Atravesó el zaguán y se detuvo frente a la otra puerta. Acercando la cara ante el vidrio de ésta, y haciendo algún esfuerzo, porque del otro lado había una cortina, podía verse el interior. En el instante en que un hombre flanqueaba otra puerta interior y se dirigía hacia ésta para abrirle, Roby se despegó rápidamente del vidrio y giró mirando hacia la calle, para no dar la impresión de que estaba espiando a través de la puerta. Cuando la puerta se abrió, volvió a girar y tanteó sus bolsillos en busca del paquete de cigarrillos. En el umbral lo esperaba uno de esos “roperos” que tienen las personas importantes como guardaespaldas, sin la más mínima expresión en el rostro. Roby se acercó hasta él y el otro le dijo “Señor... adelante, por favor” e hizo un ademán para que ingrese. Cuando pasó cerca de él, Roby lo miró de arriba abajo, tratando de ocultar un sentimiento de inseguridad que bajo ningún punto de vista quería sacar a relucir.

lunes, julio 20

Día del amigo

Éramos diez. No, doce. Llegábamos desde distintos puntos del territorio, al centro, a bailar, porque, ¿sabés?, bailar cura.
Fueron varias danzas. Una de ellas quedó en mi memoria más que las otras. La música rebotaba alto, como un latido, arriba de las cabezas. Nos desplazábamos sutilmente, para alcanzar, sutilmente, las puntas de sus dedos con mis dedos.


Esto sucedió al muy poco tiempo y fue inesperado. Me desplazaba en bicicleta y vi a mi amigo de la infancia -a quien crucé más veces que lo normal en pocos días, y al contrario de sofocarme, generaba en mí bienestar- en la vereda, bastante adelante, hablando por teléfono. Nos sonreímos a la distancia. Como me pareció poco una sonrisa quise darle la mano, pero no podía detenerme. Entonces mantuve firme el manubrio con la mano izquierda mientras estiraba la derecha. Él percibió el gesto, puso su mano a mi disposición y yo la alcancé sin esfuerzo. Sutilmente.

viernes, julio 17

Belén 2

Ella sabía de antemano quién era yo. No sé por qué lo sabía; quizás me vio desde arriba. Se habrá dado cuenta de mi nerviosismo, pensé, porque siempre estoy nervioso en estas situaciones y me pongo paranoico y miro para todos lados. Mi encuentro con su amiga debía ser hace más de seis horas y esta era la segunda vez que tocaba el timbre. O tardó en atender esperando órdenes de mi chica, o yo me había equivocado de botón.
- ¿Está Estrella?
- Duerme Estrella...
- Ah...
Hubo un silencio, que si se hubiera prolongado demasiado hubiera sido catastrófico. Ella lo interrumpió.
- Pasá mañana –dijo rápidamente, sin preguntarme nada como las otras veces.
“Pasá mañana”. ¿Qué habrá querido significar? Fue una orden, sin duda, pero ¿debía volver, o no hacerlo más? ¿Decidió en lugar de su amiga? Ciertamente no. Entonces ella no dormía. Tuvo tiempo de especular sobre mi visita. Podría no haberme dicho nada, si es que no quería que vuelva, sin embargo me cargó con la obligación de regresar, ¿o me lo impuse yo mismo, sin más?
Saludé y me fui tranquilo: solo.

Belén

Ella sabía de antemano quién era yo. Estaba nervioso. Mi encuentro con su amiga debía ser hace más de seis horas y esta era la segunda vez que le tocaba el timbre.
- ¿Está Estrella?
- Duerme Estrella...
- Ah...
Hubo un silencio. Ella lo interrumpió.
- Pasá mañana –dijo rápidamente, sin preguntarme nada, como las otras veces.
Me fui tranquilo: solo.

sábado, julio 11

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 11ª parte

De seguro era el funcionario; el papel con las indicaciones decía que vivía solo, pero por un momento Roby pensó haberse equivocado. No podía entender que esa persona les haya intentado clausurar el casino si a simple vista parecía el hombre más corrupto que había. Mediría un metro setenta, usaba lentes y vestía una especie de camisón rosa. Era bastante gordo y tenía la cara redonda. En su hombro se posaba un gato que espiaba con recelo a Roby. Con una sonrisa tonta estaba por preguntarle qué necesitaba, pero Roby no lo dejó. Le pegó una violenta patada a la puerta que hizo caer al piso al funcionario, y huir al gato. Ingresó en la vivienda y cerró la puerta tras de sí. El funcionario yacía en el piso, sentado, con los lentes torcidos y un vidrio roto, y la sangre brotándole de la nariz. Observaba a Roby con terror, intentando retroceder para escapar. Es probable que no haya quedado inconsciente por la propia conciencia de que tenía que salvar su vida. Todo era silencio. Todo era furia y miedo. Los siniestros suspiros de Roby vencían a los jadeos nerviosos del funcionario, y se apoderaban del lugar. El funcionario intentaba hablar pero solo le salía un tartamudeo quebrado. Todavía estaba en el piso y Roby lo miraba con odio y desprecio. El funcionario levantó el brazo derecho con el dedo índice en alto. Justo en ese instante Roby le propinó una violenta patada en la boca. El funcionario quedó de costado, tomándose la cara, pensando lo peor. Lo miró a la cara a Roby y le dijo, “Llévese lo que quiera, por favor, no me haga nada”, concluyó, al borde del llanto. Roby, gozando de una frialdad imponente, no se inmutó. “¿No se da cuenta de que lo busco a usted, imbécil?” Luego de la aclaración el funcionario quedó paralizado. Durante unos segundos se miraron en silencio. No respiraban. La mirada inquisitiva de Roby llegaba a lastimar al temeroso funcionario, que ahora más que nunca pensaba en el final, su final. Roby deslizó la mano hacia su vientre hasta encontrar el revólver. Lo tomó y lo apuntó al funcionario. Gatilló una vez. Otra vez. Y otra vez. Se acercó al cuerpo, que tenía dos orificios en el pecho y uno en el abdomen, y lo tocó con un pie para ver si estaba muerto. El funcionario no dio señales de vida. Roby observó por última vez el cuerpo, apuntó a la cabeza, y disparó. Salió de la casa del funcionario, después de cerrar la puerta, y paró en una cantina que no estaba muy lejos del lugar. Bebió unas cuantas copas. Luego regresó a su morada y durmió hasta el otro día.

jueves, julio 2

El pronóstico sobre la gripe A

Si se ven mis comentarios al principio sobre lo que podía sobrevenir a raíz de la gripe H1N1 se podría decir que me equivoqué. Que al final nos tocó a nosotros también, que no nos salvamos del aislamiento y los barbijos y el caos y la paranoia del encierro. Es cierto que lo oficial manda reclusión y siempre le conviene, pero me alegró caminar por la calle y viajar en colectivo sin, por ejemplo, ver barbijos. Iba yo algo pesimista y caí en la cuenta de que quizás yo me estaba creyendo, o mejor dicho, asintiendo a toda política oficial.

Apuntes desprejuiciados

La imagen de un cielo, recortada por la figura de una pava. El libro de lectura salvándose de rato a rato de alguna inoportuna chorreadura que quizás el codo, ahora autónomo, provocaría al chocar el mate.
Desprejuiciado cielo, desprejuiciado mate, desprejuiciada escritura.
Libro quieto.

06/08/08

27/08/08 (primera corrección)
11/09/08 (segunda)
02/07/09 (última)

martes, junio 23

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 10ª parte

Roby cruzó la puerta de su departamento, miró el papel con la dirección del funcionario, palpó su arma, y se dirigió a la calle. Iba a tomar un taxi pero resolvió no hacerlo. “Es mejor que me vea la menor cantidad de gente posible”, pensó. Miró en ambas direcciones de la calle. Inclinó la parte delantera de su boina para cubrir un poco su rostro y comenzó a caminar. Encendió un cigarrillo. Era muy temprano todavía y estaba oscuro. Algún que otro taxi deambulaba por la calle, recorriendo la recta final del turno noche. Unas mujeres se acercaban a Roby caminando en dirección contraria. Eran tres y vestían minifaldas de colores chillones y diminutas carteras. El silencio de la ciudad permitió oír a la que mascaba chicle, con la boca abierta y mostrando los dientes, y que hacía un globo tras otro. Los tacos de las mujeres repiqueteaban contra el suelo. Eran pasos agitados y nerviosos. Al pasar al lado de ellas notó que estaban maquilladas por demás. Roby pensó que le harían algún ofrecimiento, inoportuno para él. Se había equivocado (las mujeres pasaron junto a él sin mirarlo) y pensó que ya habrían tenido una noche agitada. Dobló en la esquina. La calle con que se encontró era más oscura que las otras, pero igual estaba tranquilo. Tan tranquilo y distendido que por un momento pensó en cumplir su cometido de manera sutil porque solo pensaba en el dinero. Al cabo de varios minutos de caminar por las silenciosas y poco acogedoras calles de la ciudad que lo separaban de la casa del funcionario miró de nuevo el papel con la dirección, luego contempló el frente de una casa y pensó, decidido, “Es aquí”. Subió una pequeña escalera hasta llegar a la puerta. Sacó su arma, la puso a punto para utilizarla, miró hacia atrás, la guardó y, algo nervioso pero seguro de sí mismo, llamó a la puerta. Esperó un instante y alguien del otro lado abrió. Cuando Roby pudo contemplar a esta persona olvidó todo deseo de actuar con docilidad, como había pensado anteriormente, y la agresividad se apoderó de él. Estaba frente al enemigo.

lunes, junio 22

jueves, junio 18

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 9ª parte

La hora en la cual Roby debía cumplir con su encargo era preferentemente por la madrugada (de esta manera los de la oficina iban a tardar más tiempo en sospechar, es decir, el tiempo hasta la mañana siguiente). La víctima era un funcionario del Municipio (le habían dicho qué cargo poseía pero no lo recordaba) que les había estado “causando problemas” – según había expresado, en otra ocasión pero en la misma conversación, su jefe de turno – con un salón de juego clandestino, cuyo camuflaje era una casa que vendía telas, que además de enmascarar lo prohibido funcionaba realmente y era propiedad de la misma persona que manejaba el salón, es decir, su jefe.
Ésa madrugada (la del día estipulado) Roby se encontraba en lo que habitualmente era su morada. Un departamento (por llamarlo de alguna manera) situado en una especie de conventillo oscuro y lúgubre, dominado por una humedad fría y vapores de diversas procedencias en el cual los ecos siniestros se hacían sentir y paralizaban a todo aquél ajeno al lugar. Rara vez pagaba el alquiler – digamos que nunca lo hacía – y su fama de hombre rudo lo ayudaba en su cometido. Nunca citaba a nadie en aquél sitio, sino que prefería que lo citen, o en todo caso, hacerlo él, pero alejado de la zona, que por sus características podría afectar su imagen; (en esta elección había también una pequeña cuota de vergüenza).

miércoles, junio 17

La misión

El ruido del celofán y el papel metalizado comprimiéndose era el signo. Los cigarrillos se habían terminado. El paquete de Marlboro solía ser una especie de fuente de poder para el poseedor, pero ahora devolvía una imagen de nostalgia, como cuando se aleja algo o alguien muy querido. Junto al bulto abollado había unos pocos restos de tabaco, un encendedor azul, un cenicero de madera y escasas cenizas que no habían llegado a destino.
Antes de incorporarse se contuvo de hacer manualidades por enésima vez con el papel rojo y blanco del paquete. Recogió su campera, tomó las llaves y fue a llamar al ascensor. Pulsó PB. Se miró en el espejo, y aunque estaba bastante desarreglado, solo atinó a achatar un poco su cabello, pero no consiguió mejorar notablemente su aspecto. Un sacudón le avisó que había llegado. Salió del ascensor y se detuvo frente a la puerta que da a la calle unos segundos, como si pudiera adivinar la situación exterior, ya sea temperatura, sonidos, aromas, con sólo observar aquél ambiente. Resuelto, salió a la calle en busca del quiosco, su quiosco.
“Hola, un Marlboro...” –pidió con una voz ronca y metálica, señalando el dispensario de cigarrillos.
El vendedor dejó el paquete en el mostrador y él sacó el dinero, que obviamente no estaba justo. Era un billete chico. Luego de recibir el vuelto, y sin contarlo, salió del negocio. Comenzó a golpear el lado del atado donde se encuentran los filtros contra la palma de su mano, para que baje el tabaco. Abrió el celofán. Rompió el papel metalizado. Extrajo un cigarrillo y se lo llevó a la boca. Se tocó todos los bolsillos en busca de fuego y luego se frenó. Volvió sobre sus pasos. Ingresó nuevamente al quiosco. El vendedor estaba en el fondo del local. Con el cigarrillo en la mano señaló el encendedor disponible para los clientes, que siempre resulta difícil de encender, y el otro asintió. Volvió a llevarse el cigarrillo a la boca y lo prendió. Levantó el brazo saludando, pero el otro no lo vio.
Había dado una pitada profunda.
Cuando salió del quiosco largó el humo.
Misión cumplida.


Pablo Schvarztman, Rosario, 23 de Mayo de 1999

martes, junio 16

Ojo

Una inmensa pared convexa me miraba la espalda. Yo estaba sentado en su pestaña-balcón, con las piernas recogidas, en la triple frontera de la mirada. Duró apenas un instante.

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 8ª parte

Cuando se repuso, todavía algo nervioso, intentó continuar con la conversación. “¿Y, qué me dice?”. El otro había estado hablando sólo un buen rato, y ya había hecho la oferta. “¿Perdón?”. “Mire, no tengo tiempo para perder. Sólo dígame si está de acuerdo con la cifra”. “¿Cuál era esa cifra?”, inquirió Roby, algo perdido. “¿Usted me está cargando? Acabo de informarlo sobre eso. Cuarenta mil dólares. Diez si acepta, ahora. La otra parte luego del trabajo”. Aunque se puede decir que Roby había vuelto completamente a la normalidad, la cantidad de dinero ofrecida terminó de recomponerlo. Luego de pensarlo (aunque en realidad era otra de sus jugadas, ya que no lo estaba haciendo, sino que había decidido aceptar desde el principio), dijo, “OK. Acepto”. “¡Muy bien!”, dijo el otro, dándole la mano. “¿El dinero?”, preguntó Roby. “Oh, sí. Veo que es un hombre rápido”, respondió algo molesto Sachia (así se llamaba). “Es parte del trato, ¿no es así?”. “Sí, por supuesto”. Sachia se dirigió hacia una biblioteca y extrajo la suma establecida de una caja escondida. “Aquí tiene”, exclamó, entregándole el fajo de billetes. “Junto al dinero hay un papel con todas las indicaciones”.

martes, junio 9

Pablito

Con garra, coraje y bravura,

Pablito despliega su fuerza,

raleando patadas furtivas

Cambiando de ritmo de pronto
Encara hacia el centro de la cancha como una fiera desatada


Se para delante del cuatro,

amaga, sopesa, intuye,

engaña y dispone de tiempo


Pablito, ¡la gloria está cerca!
¡Pateándole abajo no llega!

¡Goooooool!


Pablito corre y una turba de brazos lo ahoga.

Y siente que el fervor de esa tribuna
quedará para siempre en su alma.

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 7ª parte

Roby no prestaba atención. Pensaba en su universo. Un universo irreal, creado por él, con detalles tomados de la realidad, y modificados consciente o inconsciente por sus miedos, deseos, hechos, recuerdos, creando un mundo propio, aislado de las verdades exteriores. Y pensaba en este universo porque esa persona que le estaba hablando había infringido su ingreso expresando, anteriormente, que estaba al tanto de su modus operandi. Esta aseveración causó impacto en Roby, y derrumbó toda idea de sí mismo y de los demás. De sí mismo pensaba que era un hombre que se llevaba el mundo por delante, que todos le temían y que gozaba de poder, sobre todo en su zona. Pero si conocían su forma de actuar y se lo comunicaban tan dócilmente, las cosas no debían ser como se las imaginaba. Y cuando descubrió eso, sus ideas, perfectamente ordenadas, fueron víctimas de una ventisca que las desparramó, dejándolo sin posibilidad, por algunos instantes, de elaborar razonamientos concisos.

lunes, junio 1

Rosariazo

Películas, documentales, charlas. Todo por estos días nos remite a lo que sucedía hace 40 años en este país: el derrocamiento de un gobierno. Y una vez más, como siempre sucede en estos casos, la muerte. Durante las manifestaciones en esta ciudad murieron Adolfo Bello y Luis Norberto Blanco, asesinados por la policía. Si lo que surge es la nostalgia, recordemos que hace tan solo 8 años sucedió casi exactamente lo mismo con la caída de De la Rua. Y una vez más, la muerte de estudiantes y trabajadores es la que encamina los cambios sociales. Realmente patético.
La situación actual del mundo es una oportunidad incomparable para la lucha. Yo, con 27 años y un incipiente pesimismo respecto a los cambios sociales, creo más que nunca que hay avivar la crítica al capitalismo y a la forma de vida actual. La realidad, lo material, nos dice que ese modo de producción no tiene salida, que no soluciona ni mejora los problemas ni la vida de la mayoría. Es el momento de proponer sin miedo nuevos paradigmas y nuevas formas de creación. No podemos ser tan ciegos.

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 6ª parte

Los dos se sentaron en el escritorio. Roby acercó el vaso a su nariz y olfateó la bebida. Como había exigido, no tenía mucho alcohol. “Se imaginará por qué lo han traído aquí”, “El otro muchacho me comentó algo sobre un trabajo”, “Exactamente, un trabajo para usted”. El hombre se paró y, mientras caminaba alrededor de la oficina revolviendo con el dedo su whisky, continuó, “Obviamente querrá saber de qué se trata. Pues voy a comentarle. El trabajo consiste en matar a una persona”, “Hay muchos como yo en esta ciudad. Podría haber llamado a cualquier otro”, “Es verdad, pero lo necesitamos a usted”. Después de esa frase Roby quedó estupefacto y paralizado. Comenzó a ir marcha atrás con su mente y a recapacitar sobre lo sucedido. El hombre acababa de decir: “Lo necesitamos a usted”. “Me conocen”, pensó Roby. El nerviosismo se apoderaba de él. “Conocen seguramente mi forma de actuar, también”. “Lo necesitamos a usted porque queremos un asesinato a su estilo”, continuó el otro. “¡Sí, Dios, me conocen!”, repetían las voces dentro de su cerebro. “Es decir, no queremos sólo la muerte, sino que es como una venganza personal. Queremos que sea despiadado, ¿entiende?. Alevosía.”

miércoles, mayo 27

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 5ª parte

Fue guiado hasta el jardín de la mansión. Allí se encontraba la persona encargada de informarlo sobre el trabajo. Aquél estaba recostado en una silla plegable de jardín, sobre el césped, al borde de una piscina, dentro de la cual algunas jóvenes señoritas jugueteaban. Había salido el sol y se hacía insoportable estar al aire libre. El hombre que lo había traído se adelantó y anunció la presencia de Roby. El otro se incorporó. Era un hombre no muy alto, gordo, y dueño de una calvicie incipiente. Vestía una chomba, bermudas y pantuflas, y exhibía una sonrisa altanera. Extendió su mano y dijo “Buenos días”, a lo cual Roby sólo respondió con un leve apretón y no abrió la boca. “Acompáñeme”. El otro hombre se quedó en el jardín y pudo oírse cómo reprendía a una de las mujeres de la pileta.
Ingresaron a un estudio.“¿Le gustaría beber algo?”, preguntó el anfitrión, mientras se dirigía a una barra repleta de botellas, en su mayoría de bebidas blancas. “Algo sin mucho alcohol”, respondió Roby, algo incómodo por la pregunta. Quería responder que sí (si quería mantener una imagen, o tal vez crearla), pero, por otro lado, era nulo su deseo de ingerir alguna bebida alcohólica en ese instante. Roby siempre jugaba con estas situaciones en las cuales una acción o una palabra, en el lugar preciso, generaban una impresión en la otra persona; una impresión derivada de una realidad modificada por él, y a su conveniencia.

viernes, mayo 22

P

Era de noche y P... cenaba pan. Se había despertado muy tarde y no había podido ver la luz del sol. Estaba muy deprimido. Por suerte –y seguramente tuvo este pensamiento- comenzó a llover, ya que la ansiedad de la temprana vigilia lo tentaba a salir, a hacer cualquier cosa fuera, pero como no tenía con quien (y hacerlo sin compañía le hubiera causado más depresión de espíritu), ahora, al menos, la gran cortina de agua impedía tomar esa decisión. Sin nada más para hacer se acostó a dormir.

jueves, mayo 21

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 4ª parte

Poco después de iniciar la marcha, Roby intentó aclarar los pensamientos dentro de su cabeza, aún jaqueada por la resaca. “¿Tiene un cigarrillo?”, le preguntó al conductor. Aquél no respondió. Cuando detuvo la marcha en un semáforo hurgó en su bolsillo y extendió un paquete de una marca importada. Mientras fumaba, Roby miraba cada tanto de reojo a su acompañante e iba relacionando los distintos hechos sucedidos: los buenos modales, la vestimenta, el lujoso vehículo, los cigarrillos. Al doblar la última esquina del recorrido podía observarse una ostentosa mansión. Roby estaba tan ensimismado que tomó como un detalle (o quizá ni se percató) el haber ingresado, unos instantes antes, en el barrio más pudiente de la ciudad, y por supuesto no advirtió la presencia de tremenda construcción. Al notar la disminución de velocidad del coche retornó al mundo real y no logró entender lo que hacía en aquel lugar, hasta que recordó el auto en que se desplazaba y al chofer. “Sígame”, indicó este último, y se dirigieron hacia la mansión. Al ingresar, Roby sintió que, debido al trato recibido y al hecho de que lo hayan ido a buscar, algo de ese mundo le pertenecía, o mejor dicho, que él pertenecía a ese mundo de riqueza y ostentación. Pero no era tan sencillo. Esa sensación era fomentada por el deseo de pertenecer, y al mismo tiempo se mezclaba con el conocimiento de que aquello le era ajeno. Esto último trataba de evitarlo, lo que daba lugar a una confusión interna debido a la frustración, por un lado, y al engaño a sí mismo, por otro.

miércoles, mayo 20

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 3ª parte

El hombre, enfundado en un opaco e imponente traje, lentes negros y zapatos del mismo color, bajó del auto y se dirigió hacia Roby. “¿Usted vive por aquí?”, interrogó el sujeto. Dudando, Roby respondió “Sí”. “¿Conoce esta dirección?”, continuó el misterioso personaje, acercándole un papel. Al borde de la incredulidad y el nerviosismo, Roby tardó en responder. Estaba desconcertado. Hizo una larga pausa. El otro percibió esa sensación y finalmente concluyó, “Mire, en realidad lo estoy buscando a usted”. Se inclinó levemente, y señalándolo, preguntó, “¿Robert Gobrich?”. Roby no habló ni se movió. “Mi jefe me encargó buscarlo. Tenemos un trabajo para usted. ¿Desearía acompañarme?”. Luego de pensarlo sin pensar, siguió al hombre y los dos ingresaron al coche.

martes, mayo 19

"Están arruinando a la humanidad para salvar a un puñado de capitalistas"

¿Alguien puede desconocer la gran crisis internacional que estamos atravesando? Los grandes centros financieros mundiales se han desbarrancado, miles de despidos alrededor del planeta (20 millones para el año que viene según la O.I.T.) y penosos vaticinios sobre el futuro del capitalismo.
El poder en mano de los capitalistas propone salvar a los capitalistas. En la Argentina, el gobierno mete mano en la ANSES para rellenar sus arcas. Según la mayoría eso es mejor que una administración privada. Ahora bien, ¿qué hacen con ese dinero? ¡¡Se lo prestan a los bancos, a Techint, a General Motors!! En una palabra, ¡los jubilados rescatan a las empresas! Esta es la dirección en la que va la humanidad. Las condiciones de los trabajadores empeoran, con suspesiones, despidos, desvalorización de los salarios, mientras que el capital pretende seguir intacto. Elecciones en junio = cortina de humo.
Sin ir más lejos, en nuestra ciudad hay 500 trabajadores de la autopartista Mahle parados porque sus dueños han ido vaciado sistemáticamente la empresa para continuar sus funciones en su planta en Brasil mientras, en las sombras, invertían dinero y tomaban créditos.
El capitalismo no es ni será jamás la salida de los trabajadores.

Él

La miraba

y sentía. (Quería hablarle.)

- No encuentro las palabras – y pensaba:

“¿habrá palabras?”

Lo que no sabía es que allí afuera,

en el viento o en el sol,

ellas esperaban,

orgullosas,

ser recogidas.

lunes, mayo 18

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 2ª parte

El contacto se realizó cuatro días antes del golpe, una mañana fresca y algo nublada, no muy lejos del departamento de Roby. La brisa fomentaba el murmullo de las hojas de los árboles y los últimos charcos desaparecían en pos de un sol que pugnaba por mostrarse completamente. Roby había salido en busca de cigarrillos y algo para su dolor de cabeza, todavía afectado por una noche de abundante alcohol y mujeres de mala fama. El reflejo de un lujoso auto negro jugaba con el sol, apareciendo y desapareciendo intermitentemente. Estaba estacionado a escasos metros de un almacén y tenía el motor apagado. De no haber elegido ése almacén como destino, Roby jamás hubiera divisado aquél vehículo. Lo contempló unos segundos y, aunque hubiera frenado (quería saber quién era el propietario del coche y qué hacía por allí, en un lugar donde, debido al poder adquisitivo de la mayoría, no abundan ese tipo de automóviles), continuó con su camino original. Antes de traspasar la puerta del local, un ruido proveniente del auto lo turbó. Giró sobre sí mismo y supo que la incógnita se develaría. La realidad era que lo buscaban a él.

viernes, mayo 15

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 1ª parte

La suela del zapato contra el pavimento acabó con la colilla del penúltimo cigarrillo de Roby. Los zapatos eran negros, lustrosos, terminados en punta, apenas cubiertos por un pantalón gris de vestir. Tenía las manos en los bolsillos de una chaqueta oscura. La boina a cuadros lo protegía del frío y desafiaba a quienes querían adivinar su identidad. Su rostro estaba curtido, alojando en sus facciones largos años, y duros, por cierto, de trabajo sucio.
Roby era un matón de “mala muerte”, un hombre rústico a la hora de actuar. El creía que no, pero esta contradicción confirmaba su baja reputación. Este tipo de personas lo primero que genera es desconfianza, y esto dista demasiado de los hombres de nivel.
Había hecho algunos trabajos para mafias pequeñas, de escaso poder, pero en esta oportunidad había dado con algo grande. No por la magnitud de la encomienda, que en sí era un asunto simple y fácil de ejecutar, sino debido a las personas beneficiadas y a la suma a cobrar. El modo de cumplirla no cambió con respecto a la mayoría de sus trabajos: “ir, matar, volver”. Y así lo hizo. (...)

domingo, mayo 10

La parejita

El no sabía que a ella le gustaban los abrazos. Ella no sabía que él necesitaba soledad de vez en cuando.
Se conocieron en verano. Se corría la voz sobre una fiesta. En un pueblo corre rápido la voz y la sensación de que iba a ser un momento único era patente. No como Fin de año o Navidad. Fiesta en serio. La primera vez lo escuché de boca de Aydeé. “Nenas, tienen que estar hermosas, relucientes”. Dijo “relucientes”. Las pudientes se iban a comprar vestidos a la ciudad, las madres competían con las hijas, la locura era generalizada. Después mi viejo me dijo que iba a venir gente de varios lugares. Ahí escuché lo de “momento único”. Lo veía preparando papeles, practicando discursos. No se compró ropa pero se la probaba varias veces al día y se miraba al espejo. Parecía que todos sintieran internamente algo importante. Me acuerdo que quedé pagando una vez que nos juntamos con los compañeros de la primaria y salió el tema. Las pendejas que hablaban de la ropa y parecían ratitas enjauladas, y los flacos, tan calientes con la posibilidad de ver minas nuevas en el pueblo, por poco no se hacían la paja delante de todos.
La locura duró tres semanas. Yo salía a la calle, caminaba tranquilo, como siempre, miraba algún que otro árbol de la calle principal, orgulloso de mí, de estar ajeno a todo esto, y veía un auto que pasaba como una bala, a unas pibas que corrían con paquetes de acá para allá, a los nenitos ya empilchados mirándose en el reflejo de las ventanas de algún negocio, a los viejos sacándole brillo a los bastones, y confieso que me irritaba. La ignorancia me irritaba, aunque, no sé por qué, nunca pregunté el motivo de tanto desquicio. Nunca oí los motivos de la fiesta, sólo se decía que era “importante”.
Sin mucha ansiedad de mi parte, llegó el día. Salí bien temprano y fui hasta el río. Me acordé de las Invasiones Inglesas. ¡Barcos y barcos y barcos flotaban por ahí que pensé que se iba a inundar todo! Me asusté y fui hasta la ruta. Por allí tengo una casita en un árbol. La ruta era peor que el río. Decenas de camiones al costado, parados, más los que seguían llegando. Empecé a acostumbrarme. Podía ser divertido.
Ya cerca de las nueve de la noche me acerqué al galpón. Iba con remera y bermudas pero a nadie le importó. Más allá de la locura había bondad en la gente. Entonces me acordé que yo pensaba que en la vida de una persona siempre llega un momento clave, como una bisagra, que cambia todo, y que quizás este era el momento.
Me senté enfrente. No quise entrar en ese galpón hasta que se calmara un poco todo. Había una cola que daba casi la vuelta a la manzana. Por un lado de la calle veo venir a un pibe, alto, bien vestido, sobrio. Oigo a alguien que lo llama y él sigue caminando, el cuello bien alto. Me gustó esa actitud. También vi a una chica. Ella viene desde el otro lado. Camina muy decidida. No los conozco. Se miran. Tan decididos venían que sin hablar entran juntos. Los seguí.
Nunca vi a una pareja mirarse tanto a los ojos. Esa mirada apagaba todo la música asquerosa que sonaba. A ella le gustaba bailar. Lo abrazaba y él levantaba los brazos. No los vi hablar. El se alejaba un poco y ella, con precaución, lo seguía. Entonces él la miraba como pidiéndole que comprendiera algo. Ella lo abrazaba. Le tomaba los brazos y él los dejaba caer.
Caminé solo durante un rato. Miraba la gente, todos tenían los ojos grandes, estaban bien despiertos, atentos. No vi a nadie conocido. Creí que nadie del pueblo estaba dentro y que era una fiesta de forasteros. Me sentí fuera de lugar. Hasta que encontré a la parejita. Se besaban. Sólo tocaban sus bocas. Parecía haber un acuerdo tácito sobre no entrar en contacto con ninguna otra parte del cuerpo. Era hermoso. Un gran amor, pensé. Qué buen beso. Se separan. Ella espera un abrazo. El, que ella lo deje.

Chiquito

- Por favor, decile a Chiquito, cuando llegue, que me de una mano en el taller.
- Le digo.
Siempre respondía educadamente, aunque apenas me quedaba sólo hacía cualquier cosa. Parecía que jugar a los videojuegos era algo normal, los viejos se lavaban las manos, y los pendejos, embobados. Pero lo normal al quedarse solo era preparar venenos para matar alimañas, tirarle engrudo a la ropa colgada de la vecina, enterrar en el jardín cosas de los viejos. Peor cuando llegaba Chiquito. Tenía más experiencia y menos miedo. “¿Querés enterrar algo?” Y el loco enterraba bombas de estruendo. “¿Le tiramos algo a la vecina?” Y le tiraban bombas molotov. Chiquito iba y venía. Siempre parecía atento, centrado, nunca triste.
Entró Chiquito esa tarde y le llegó la noticia del taller. No tenía ganas. Raro. Estaba un poco cabizbajo.
- Tomá un poco de jugo, Chiquito.
- Gracias- dijo, y se le cayó. Se le cayó el vaso a Chiquito. Fue como si se cayera un ídolo. Chiquito, con la mano agarrando el aire. Miraba el suelo. Yo, fijo a su cara. Se dio vuelta. “Vení”. Agarró una campera y enfiló hacia la puerta. Obviamente lo seguí. Fuimos en la moto a todo lo que daba por la pavimentada. Chiquito se pasaba el brazo por la cara.
Paramos en la estación de tren. Chiquito no hablaba. Yo pensaba en que algo divertido iba a pasar. Llegó un tren. Chiquito se metió de un salto entre dos vagones y trepó al techo. Era el atardecer. Yo lo miraba queriendo sonreir. El tren empezó su marcha lentamente y yo me paré. Chiquito empezó a correr sobre el techo. “¿Qué hacés, Chiquito?” Corrió, corrió, y desapareció. Lo último que ví fue un salto.

Soledad y el peso de su angustia

Soledad y el peso de su angustia, aplastadas sobre la silla del bar. “Mirá, mirá esa pendejita, mmm.” Bebe algo que está sobre la mesa. Soledad, pobrecita, machacada, machacada por dentro, zapateada, con el cerebro ocupado, rebalsando pus, muerta de amor. “Qué flor de pendeja, mirá, media tristona encima, mmm, sabés cómo la haría feliz, jajaja”. El Chiquito la dejó en banda, la cagó, pero ella también, qué creída, ¿cuánto tiene? ¿22?, pero se le cae el cielo, se hunde, se le cierra la garganta. No se deja llorar, no es ella. “Che, nena, arrimate a la barra, dale vení”. No sé qué pensar. Creo que Soledad es peligrosa, ahora es peligrosa porque…Andá Soledad, andá con el muchacho de la barra, no te quedes sola, Soledad. El hombre detrás del humo, humo visible apenas a la luz de los billares, es un zángano, pero lleva a Soledad dentro, pobre infeliz. Imaginá que Soledad, muerta como está, va con el tipo. Sí, llevá a la pendejita con el tipo, dale un par de tragos fuertes, secale las lágrimas como un papito, tocale el culo, la conchita, mmm. Imbécil de mierda, le dice Soledad, y se queda al lado del tipo, se apoya en su pecho. Ese bar de noche, denso, caliente, ahora es un camión caliente, loco sobre la ruta, el tipo que cree que lleva a Soledad al costado pero en realidad la tiene adentro, honda en la carne, en el sudor, en ese brazo morado por el sol, mientras con el otro le toca la piernita a Soledad, ella a esa altura no es nada, un vegetal, carne pasada de varios días, el sol quemándole las piernas. El tipo sonríe, está triste. Loco, acelera y la pared se acerca.

¿Pero qué hace una pendejita en un bar de camioneros, con un vaso de ginebra en la mesa, que ni tocó, queriendo llorar a través del vidrio? ¿Qué hace? Como si fuera grande…Afuera del vidrio hay más luz, adentro quedó el tipo con soledad, eterna, pobrecito. Soledad busca algunos ojos, se transforma. El cielo sube, deja de aplastar, no sé si sonríe.
- ¡¡Mamáaa!!
Creo que ve a una mujer. Corre.

miércoles, mayo 6

Indice

Retomo aquello que enuncié anteriormente donde digo que a veces "no se piensa". Es evidente que esto sucede permanentemente en nuestras vidas. Nadie piensa, al caminar, "ahora avanzaré la pierna derecha, ahora la izquierda".
Muchos de nosotros estamos mucho tiempo frente a una computadora varias horas al día haciendo lo que sea. Tenemos bajo nuestra mano derecha un aparatito (¿pensaron en ello?) que movemos todo el tiempo y sobre el que apretamos un botoncito, mientras la pantalla nos hipnotiza. Ahora bien, si el ojo no es, en sí, un órgano propiamente dicho sino que es una especie de extensión del cerebro, es decir, un pedazo de cerebro que se asoma por el cráneo para sentir la luz, lo mismo digo del dedo índice. El dedo índice, para mí, es casi como un ojo. (Entre otras cosas, creo esto luego de haber escuchado una anécdota en la cual una mujer le da de comer a un caballo que arrastraba un carro y el caballo le arranca la primer falange del dedo índice. Me sorprendió ver a la mujer de buen ánimo luego del episodio siendo que había perdido ¡la punta del dedo índice! Piensen en ello). La atención que hay que prestarle al dedo índice no es menor, es una gran parte de nosotros, de nuestro cerebro, de nuestra personalidad, interviene plenamente en la comunicación. No es casual que la redacción haya optado por publicar la encuesta.
La propuesta es prestar atención a la actitud del dedo índice sobre el mouse. Y no solo eso, sino ser concientes de cómo se va durmiendo esa porción del cuerpo, y por ende el cerebro, la persona. Sé de quienes cambiaron al dedo mayor y se hicieron adictos. Todavía no se sabe qué se duerme a la par del dedo mayor. Algunos usan los dos al mismo tiempo.
Me apesadumbra saber que dentro del infinito espectro de sensaciones que abundan en el límite entre nuetros cuerpo y el cosmos, la casi única sensación que estamos experimentando es la de un botoncito que hace click, click...click.

lunes, mayo 4

Petiso

N. d L. Investiga (1° Parte)

Banda Varela (Catamarca) – Luego que llegara información de buena fuente a nuestra redacción, NdL Investiga se traslado a Catamarca.
Todo hacía pensar que el gobierno nacional taparía, primero a través del mosquito, y luego del chancho, hechos perturbadores que tienen como epicentro la provincia de Catamarca, pero que ya se habrían propagado por todo el territorio Nacional. Es lo que los especialistas no dudan en llamar “la epidemia o pandemia del pitufo”.
El 17 de abril del 2000 en Santiago del Estero, un agente de policía de la localidad de Frías regresaba a su domicilio por la Plazoleta Antonio De La Vega cuando repentinamente vio un ¨petiso¨ que identificó como a un niño. Molesto porque era tarde y el menor andaba solo por la zona, el oficial se acercó para recriminarlo con la firme intención de devolverlo a su domicilio, pero grande fue su sorpresa cuando el ¨pequeño¨ de extraña apariencia encendió sus ojos como llamas rojas fulgurantes. Reservado su nombre, el oficial comentó que todo pasó rápido y que de un momento a otro la figura desapareció. Pero todavía más impresionante resulta la experiencia de otro policía, el Cabo Agüero de la localidad de Banda Varela, en la Provincia de Catamarca, a pocos kilómetros de la capital provincial. El episodio ocurrió cuando Miguel Carlos Agüero (37) dijo haber visto un ¨duende¨ que le habló y le dijo que venía a buscarlo de parte de Satanás.
Las últimas versiones indican que el extraño ser ya habría sido visto a pocos kilómetros de la Capital Federal y las autoridades sanitarias estarían aconsejando dejar de lado tanto los repelentes contra insectos como los barbijos para pasar a utilizar bolsas de supermercado con agua colgadas, que, según cuentan, espanta al extraño ser.-

viernes, mayo 1

¿Un feriado más?

El presente nos interroga y a veces nos obligamos a dar respuestas rápidas. Vivimos rápido. Nos movemos en una dimensión (tiempo) que nuestros sentidos, con su actual estado de desarrollo, no logran aprehender. Entonces se duerme, se trabaja, y se "hace nada". Y a veces no se piensa.
Hoy es feriado. Además, fin de semana largo. Entonces se planean viajes, se piensa en descansar, etc. Es feriado porque hace 123 años algunos que sí pensaban se cansaron. Apenas se los protegía impidiendo que trabajasen ¡no más de 18 horas por día! Hoy no sucede algo muy distinto a aquello (es decir, se trabaja de manera casi esclava), con la diferencia de que hoy tenemos la experiencia del pasado. Sin embargo, hoy el 1º de mayo es casi un feriado más. En 1886 en Chicago, los trabajadores propusieron una huelga para el 1º de mayo con la limitación de la jornada laboral a 8 horas como máximo reclamo. En los días que siguieron al inicio de la protesta la policía reprimió, mató a 6 personas e hirió a muchas más. Luego, como si esto fuera poco, se enjuició y condenó a muerte a 7 personas más. Posteriormente se estableció la legalidad de las 8 horas de trabajo.
Es decir: no es un feriado más. El que es trabajador, es trabajador, y debe saberlo, ser conciente de ello. En ello se va su vida. Ninguna muerte debe pasar desapercibida jamás.

jueves, abril 30

A no desesperar...

Prendo el televisor, PUM, fiebre porcina...enciendo la radio, PINGUI, la gripe chanchuna...quisiera (amén de que estoy esperando que el resto de la editorial se digne a escribir algo) llevar algo de tranquilidad a los humildes lectores de "Natural de lima", ya que tengo la intención de hacerlo.
Recabé de un correo recientemente llegado algo de información sobre esta cuestión. Desde los que consideran el alerta como una maniobra de distracción frente a los problemas que acucian al hermano país, hasta la mentira sobre la mutación del virus (que sería simplemente el mismo de siempre, tan mortal como el virus de cualquier gripe), hasta la flagrante intención de callar a la población con el simbólico barbijo.
Las muertes en el mundo -que no queremos menospreciar- son, en porcentaje, nada alarmantes, de modo que creemos que hay una real intención de alertar desmedidamente a la población. Hay información certera sobre el avance de Estados Unidos en la fabricación de armas biologicas para las cuales se han utilizado muestras del virus de la fiebre porcina y aviar enviadas, nada más y nada menos, por la Organización Mundial de la Salud. Y sabemos también cómo se está llenando los bolsillos el querido Donald Rumsfeld, ex secretario de Defensa de E.E.U.U., que tienen los derechos sobre el fármaco "Tamiflu", que se está vendiendo como remedio para la gripe y que ya hizo una recaudación billonaria con la gripe aviar.

martes, abril 28

Ultimo momento

Nos ha llegado a "Natural de lima" la preocupación de un grupo de cineastas conciudadanos que están rodando el film "El chancho y la luna", debido a la inminencia de la fiebre. Hacemos llegar nuestra solidaridad a ellos y abrimos este espacio para cualquier necesidad que surga a ese respecto. Esperamos que estén sanos, y no en la luna.

Fiebre porcina

Es harto extendido que la mal llamada "fiebre porcina" no se originó en México, sino en Sri Lanka, y que se habría originado en los caballos ("fiebre equina"). De esto no dan cuenta los máximos diarios e informativos del mundo, que insisten en afirmar que este virus es amigo de los chanchos. Hasta el día de la fecha son 152 los muertos y hay temor en los aeropuertos. La psicosis recién comienza y promete desplazar a la recientemente desatada por el mosquito, que se ha cobrado varias vidas en lo que va del año. Las autoridades no admiten que haya habido malformaciones o mutaciones en los infectados, que han abandonado la vida con una fisonomía mezcla de caballo horrorizado y chancho amable, como sí afirman algunos periódicos de tinte independiente de la ciudad de Cuernavaca. Desde la ciudad de Rosario, donde muchos esperamos ansiosos la llegada de nuestros amigos provenientes del país de los sombreros grandes, queremos y prometemos no hacer lugar al desconcierto y a la confusión, así como insistimos en afirmar que ningún virus podrá sortesar nuestro sistema inmunológico si podemos darle solidez a nuestra personalidad.