miércoles, mayo 27

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 5ª parte

Fue guiado hasta el jardín de la mansión. Allí se encontraba la persona encargada de informarlo sobre el trabajo. Aquél estaba recostado en una silla plegable de jardín, sobre el césped, al borde de una piscina, dentro de la cual algunas jóvenes señoritas jugueteaban. Había salido el sol y se hacía insoportable estar al aire libre. El hombre que lo había traído se adelantó y anunció la presencia de Roby. El otro se incorporó. Era un hombre no muy alto, gordo, y dueño de una calvicie incipiente. Vestía una chomba, bermudas y pantuflas, y exhibía una sonrisa altanera. Extendió su mano y dijo “Buenos días”, a lo cual Roby sólo respondió con un leve apretón y no abrió la boca. “Acompáñeme”. El otro hombre se quedó en el jardín y pudo oírse cómo reprendía a una de las mujeres de la pileta.
Ingresaron a un estudio.“¿Le gustaría beber algo?”, preguntó el anfitrión, mientras se dirigía a una barra repleta de botellas, en su mayoría de bebidas blancas. “Algo sin mucho alcohol”, respondió Roby, algo incómodo por la pregunta. Quería responder que sí (si quería mantener una imagen, o tal vez crearla), pero, por otro lado, era nulo su deseo de ingerir alguna bebida alcohólica en ese instante. Roby siempre jugaba con estas situaciones en las cuales una acción o una palabra, en el lugar preciso, generaban una impresión en la otra persona; una impresión derivada de una realidad modificada por él, y a su conveniencia.

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