martes, diciembre 28

Secuencia calle

El nuevo estímulo es serio, pero dudo si funciona como estímulo. Lo importante es que escribo, hoy. Por el recuerdo, y por el tiempo en la habitación de arriba. La noche allí fue continua y placentera. Sin detalles (como en una literatura pura). Lamentándolo, no me llevé nada claro sobre el asesinato, como siempre. Al sol ya, el barrio perdió toda aspereza, salvo por la tierra del suelo reseca. Casi no pienso en la plata ni en Carlitos. Llego al límite: a una avenida. Subo al taxi. No me pregunta nada. Avanzamos. No tengo un mango en el bolsillo. Invento algo, como ahora. Le doy una dirección cualquiera. Le digo que no tengo plata, que me espere. Timbre. Timbre. Habría tres opciones: pedir de buena manera, de mala manera, o correr. Abre un tipo. Pido de buena manera, y antes de hacerlo de la mala, corro. Ahora todos piensan en el taxista que me pesigue, y cuando me enfrenta, yo ya estoy tan furioso como cuando el Rengo. Se acerca y con toda mi fuerza le reviento el tímpano. Quedó chato sobre la vereda. La calle desierta. El sol de las tres de la tarde te mata. Ya está, más hasta las manos que antes. Lo pongo en el asiento de atrás y arranco. Me digo: bueno, al menos tengo auto.

miércoles, diciembre 22

"La película"

Acomodados viendo la película pienso: es grave esta película. Podía decir: es grave en dos sentidos. Me presenta el recuerdo de la cárcel, del asesinato. ¡Cómo me cagaron, mierdas! Todas las declaraciones contra mí. En la escena había balas de salva, si creyera lo juraría. Todos declararon contra mí. Y yo sigo y sigo viendo la misma película. En el espejo estamos los dos acomodados viendo la película. Las piernas se rozan. Ahora creo que sí se juega mucho en esto porque hay mucho estímulo... (¿Muchas mujeres?) Ni historia ni escritura: un instante de lucidez por reconocerme en el límite. Ni allí ni allí. El impulso de las palabras es la nada misma. Nada. Nada. Nada. En la cárcel nada. Mucho días nada. Por nada, porque estoy seguro que las balas eran de salva. ¿Quién me llevaría a una trampa? Es extraño, pero no puedo inventarme preguntarle a ella sobre el asesinato. Aunque lo haga. Un recuerdo cerca me muestra convertido en sordera absoluta mientras me respondía:
(después de poner "pausa")
- ¿Vos te acordás de la escena del asesinato?
- De principio a fin, cada momento.
- ...
- ...
- ...
- ...después...con el arma en...puso a llorar co...
- ...
- ...
Y más nada. Llenando espacio. Una frase importante: El impulso de vivir me lleva a escribir.

viernes, diciembre 17

La lógica

Esta vez (y porque se trata de un estímulo no tiene "dirección" y "sentido") el estímulo viene en dos planos, acá en la habitación de planta alta, la única iluminada hasta hace un momento. ¿Ella está ahí o está ahí? Las dos dimensiones vendrían a ser: la presencia, y el recuerdo. El estímulo es serio, cuenta anécdotas de los viajes de este año, difícil que sonría. Antes, en el encuentro del año anterior, era más jovial, aunque menos definida. Pero la invento: no tiene un lugar dónde vivir; mejor, sí lo tiene, pero no da. Entonces viaja. He allí la razón.
- Quiero que termine el año.
- Sí, pasaron un montón de cosas -respondo-.
- ¿Adónde vas a ir? -pregunto-.
- De nuevo a Potosí, a buscar las últimas cosas y hacer la mudanza.
- Y después de nuevo a Lima.
Quedé mirándola. Estoy en el límite de preguntar y no preguntar. Invento.
- ¿Por qué de nuevo a Lima?
- Voy a ver a alguien -dice, casi sin mirar-.
Silencio. Diplomacia. Junto los vasos y la invito a ver la película. Es una película donde trabajamos juntos, que escribí yo. No se juegan muchas cosas en esto, pienso. Aplico eso que aprendí en la cárcel: esperar... ¡Vaya estímulo! ¡Por dónde voy!

viernes, diciembre 10

Log

(No sé qué me estimula)

Avenida.
Verde.
Verde.
Amarillo.
Rojo.


Verde.
La dirección trae consigo el sentido. Dirección: norte-sur; Sentido: sur. Nos metemos en un barrio áspero. No se qué dirección le dije a Carlitos. "¿Estás seguro?" Yendo y yendo llegamos. Estoy en el limite: ¿me tengo que bajar? ¡Sí! ¡Tengo que inventar! Carlitos arranca y estoy hundido en la oscuridad. Como soñando empiezo a caminar. La certeza de que la voy a encontrar. Doblo a tientas dos veces. Todo siempre oscuro. Una luz arriba se prende. Sí, esto va bien. Entro al zaguán. Todo escuro y la luz arriba. La luz se apaga. Segundo encuentro del año.

viernes, diciembre 3

jueves, diciembre 2

¿Qué lógica?

Iba a escribir: "hay un nuevo estímulo", pero dudé. Hay una nueva mujer. Una nueva mujer que ya conozco. Pero no estoy seguro de que me estimule a escribir. Esto de ahora no se de dónde viene. ¿Hay un nuevo estímulo pero no una nueva mujer? Mientras pienso en esto Carlitos mira por la ventana. Se está apagando la ciudad. No intercambiamos palabras hace horas. El departamentito está vacío. Nosotros dos y la plata. Romper el límite ahora es salir del departamento sin decir palabra. O imaginarme caminando por la ciudad a esta hora. Yo soy el que escribe e inventa. Carlitos me mira. El gato duerme. Me parece que Carlitos me hace un gesto para irnos porque luego se incorpora y agarra el bolso. Abre la puerta y me espera para salir. En el auto Carlitos me dice "¿adónde te llevo?". No se qué dirección decirle. Andamos por la ciudad de noche. Por más que Carlitos me dijo que no me preocupara siento que estoy en un quilombo: puedo inventarme esa preocupación sólo como un motivo para escribir, un "estímulo". Después de pensarlo durante varias cuadras le digo la dirección de ella.

domingo, noviembre 21

¿Lógica?

(Y el límite podría ser entre la literatura y la literatura pura. Apareció una mujer que dice que me "quiere leer más" (se entiende, ¿no? leer más de esta "historia"). Y también escribí que a las mujeres podría empezar a llamarlas "estímulo", en literatura: "El estímulo me llevó a hacer tal o cual cosa", "Recordar aquél estímulo lo hacía perderse en el abismo", etc. El límite está ahí; esto no es literatura pura. Ni yo sé qué es "literatura pura".) Se abre la puerta, entra Carlitos. Está comiendo papas fritas envasadas. Me convida mientras se chupa los dedos brillantes. Este tipo está de vuelta, pienso. ¿Cómo hace para estar tan tranquilo? Se saca la mochila y de adentro sale un gatito, de meses, al que yo conocí cuando lo visité a Carlitos antes de esta operación de mierda que me dejó la cara rota y un miedo de morir, algo así como las bombitas de adrenalina cuando no podía ser yo. Ahora estoy estimulado, eso es evidente. Más o menos frecuente invento a conciencia y creo que voy bien.

miércoles, noviembre 10

La lógica

Empiezo a dudar de los límites. Por primera vez doy un salto: di un salto. Ahora escribo: llegamos con Carlitos al aguantadero. Como estaba pactado, sobre la mesa hay un bolso: la plata.
-¿Dividimos ahora?
Es pasado el mediodía. Carlitos va a la cocina y trae agua.
-¿Salió mal, eh?
Lo dice tranquilo, Carlitos. Es un tipo tranquilo, tirado en un colchón en lo que sería el living del departamentito mientra toma agua.
-Mirá -me dice- no pasa nada con lo que pasó con el Rengo, lo importante es que ya te curtiste, hiciste tu primer trabajo, acá está la plata y seguramente nos volveremos a ver. Yo ya vengo.
Y salió del departamento. Quede así. Lo primero que hice fue tomar agua. Inspeccioné el bolso y me tiré a esperar a Carlitos.

Qué lógica

Indicios de una amenaza de bomba adrenalínica. Rectitud, altura para enfrentar la situación, entonces está todo bien, sigo escribiendo, la libretita, más allá el Rengo, ¡el Rengo!, sale medio como puede a través de la persiana metálica, hace un paneo, parece que se detiene en nosotros, es fiero el Rengo, la digo a Carlitos ¡arrancá!, sale de su sopor y estrangula la llave, ahoga el motor, el Rengo decididamente nos está mirando, se va a acercar tarde o temprano, Carlitos es un estorbo para nuestra huida, el Rengo se nos encima, se saca la pata de palo y la estrella en el parabrisas, todo mi cara explota lagrimitas de sangre, pienso en cuando acepté este trabajo y la puta que lo parió, y bueno, volvía de la puta cárcel, soy un pelotudo, Carlitos desenfunda y le revienta la cabeza dos veces; consecuencia: los pocos giles que están en la cortada se avivan, cagamos Carlitos; con el Rengo sobre el capot, el bobito de Carlitos consigue arrancar esta chatarra y lo lleva al finado arrastrando unos cuantos metros. Qué imbecilidad. Chau, esta vez sí estoy perdido.

lunes, noviembre 8

La lógica

¡Qué bueno! ¡Está sucediendo! Sin desesperación. Sin prisa ni desviaciones, apuntalando lo que llega a mi cabeza (ella me estimula). Te digo que yo elijo qué va y qué no. Todo puede ir, son infinitas las posibilidades (me parece cursi la palabra "infinito", pero ¿de qué otra manera llamarlo?) Sin dolor puedo escribir las verdades, como por ejemplo, que ella me estimula: y quiero decir: ella me estimula hoy, días después de la primera visita de este año, a escribir, que es algo latente en mí y además a ella le gusta; pero en esta historia ¡tengo que inventar! Basta de cháchara. Volvamos ya al auto, con Carlitos, la calle, la mierda y la puta que lo parió. Está todo bien. Escribo un par de boludeces, datos medio al pedo sobre esta calle, a las siete de la mañana. Hoy se ve más movimiento que otros días por la Avenida perpendicular a la cortada. No importa. En promedio, dos o tres transeúntes hay permanentemente en la cortada. Pocas veces alguien se quedó parado en alguna puerta, mirando el reloj o esperando a alguien en una puerta. Gatos hay varios. Ya son nuestros amigos, míos y de Carlitos. Sé que Carlitos tiene un gato. Uf, ¿tiene un costado amoroso este personaje que tengo al lado? ¿Ves? Esto es lo que te digo: todavía lo tengo que inventar.

La lógica de ese milagro

Todo el día tratando de inventarla. Sí, tratando, porque inventarla no podía. (Ella me sigue estimulando para que escriba esto; a lo mejor ahí es donde la invención trasciende. Aunque más que inventarla quería acercarme, sentirme tocado. ¿Por qué me atraen los ideales, como ella? Porque soy religioso y místico, ya lo dije. Pero no creo en los milagros. Yo ya sé el final de la historia. Me gusta mentir, (y a lo mejor mentí con eso de que se el final de la historia) pero tengo que seguir inventando.)

domingo, noviembre 7

La lógica de un milagro

Mientras tanto seguían ahí los recuerdos clavados de "el amor es sufrimiento". Siempre complicándonos, complicándonos. Nos veíamos, con suerte, dos o tres veces por año. ¿Qué tipo de raro vínculo puede formarse así sin algo de idiotez? Bueno, este año nos vimos una sola vez. Yo, enfermo de sexo; ella: fresca, como siempre. Ella llegaba, yo la esperaba para cenar. (Ella me estimula para que escriba esto. ¿Habré tenido razón cuando "el milagro llegó"? Tengo miedo. Pero veamos.)

sábado, noviembre 6

La lógica del milagro

Y el milagro llegó...algo débil pero. Ahora no hay bombas. Hay un tufo bárbaro adentro de este auto, con Carlitos al lado; un Carlitos que todavía tengo que inventar. Pero no por eso me da menos inquietud. Pero lo de ahora es el atraco. Bah, la operación, digamos...matar al Rengo.
La mirada oblicua, la luz de la mañana. Estamos estudiando los movimientos de la cuadra a la hora en que pensamos matar al Rengo. Tipo siete de la mañana. Es una cortada llena de basura y olor a mierda y algún que otro tipo durmiendo en un zaguán. El Rengo sale religiosamente a la vereda a la hora señalada. Es fácil. Esperar que salga, y bum.

domingo, septiembre 26

viernes, agosto 27

una nueva aparición

es dificil contar cómo una nueva aparición se hizo carne en la casa, y más dificil escribirlo. pero no me desanimo y me sumerjo inconscientemente para encontrar y descubrirme...
hizo aparición mucho tiempo antes, antes de que tenga conciencia de ella...(hoy eso es parte de esta historia)...y empezó a revolotear por allí...mientras tanto, durante años, yo desarrollé el poder de conseguir lo que quiero...
tiempo al tiempo. todos nosotros seguimos nuestro camino durante esos años...por casualidad crucé con una de esas personas, pero eso no es tan importante ahora. empezaron las reuniones, el trabajo, la búsqueda, hasta que encontramos la casa. una linda casa. nos fuimos conociendo. vaivenes. estabilidad.
no es muy claro para mí definir el momento exacto en que apareció. digamos que es como una nube, dentro de la cual, gracias al nivel de desarrollo de mi percepción, suceden cosas, salen y entran direccionadas y van alimentando a otra cosa, que quizás sea la aparición. la tranquilidad de la casa me permitió comprender todo esto y poder direccionar yo mismo para que se alimente más.
(la incertidumbre (que luego no es))
como una certeza, resultado de mi poder, la aparición me besó. nos besamos. culminación y principio.
(sigue...)

lunes, mayo 10

Asomos

Ir, yendo...hacia otro

Sentir, como lluvia, la emoción, la intriga
...volver

Ir, hacia todos...en el borde
atravesarse, rearmarse y explotar

Vivir, viviendo amigo del miedo, del grito,
espiral de asomos, vértigo.

Esperar, girando, vertido en el asomo involuntario
y volver, con caricias invisibles, para poder dormir... un nuevo asomo.

domingo, marzo 14

29 líneas

Juan escribe frente a una computadora, se acerca a la pantalla, se para y sale corriendo. Le dice a su jefe, Joaquín, que se puede hacer fraude. Entra de noche a su casa, muy humilde, ve un cheque de poca plata de su anterior trabajo y lo rompe. Guarda algunos billetes en una caja escondida que tiene más plata dentro, junto a una revista inmobiliaria y varios dibujos. Se acuesta al lado de Julia. Al otro día, entrando a la oficina su jefe le dice que los descubrieron y que desaparezca. Espera en la calle escondido hasta que salga Julia de la casa, recoge sus cosas y sale. Llega a un departamento que le presta su jefe. Revisa la caja de dibujos y los cuelga en la pared. Mira uno de un niño largo rato. Mira otro donde se ve lo mismo que a través de la ventana del departamento. Pinta: es Julia embarazada. Joaquín ve sus pinturas y le compra algunas por bastante dinero. Sale y ve un auto amarillo. Entra en una inmobiliaria y deja un sobre. Vuelve y el auto sigue allí. Le dice a Julia por teléfono que tuvo que viajar. Ella le corta. Revisa sus cuadros y descubre uno de un auto amarillo. Se pinta a sí mismo muerto bajo tierra, sonriendo. Escribe una carta. Envuelve el cuadro del niño, lo abraza y se acuesta. Entran dos personas y le disparan. El sigue sonriendo. Entra Joaquín, lee la carta, recoge el cuadro (que dice “no abrir hasta dentro de nueve meses”), un recibo por una casa fuera de la ciudad y se los entrega a Julia. A los dos años Julia vive con su hijo en el campo. Revisando cosas viejas ve el cuadro, lo abre y empieza a llorar desconsoladamente. Es un retrato de su hijo. Juan vive cerca de ellos bajo una nueva identidad.

domingo, febrero 21

El lector

Cierto día, tan insignificante como cualquier otro, tuve la suerte de encontrar a José K... Me extrañó sobremanera poder verlo caminando allí, por el mismo lugar en el que yo me desplazaba; pero más me desconcertó el poder reconocerlo, ya que yo no detentaba ninguna descripción física, ni fotos. Recordé que en cierta ocasión, cuando leía su biografía, yo afirmé sin dudar que las heridas que sufrió habían sido mortales, pero lo olvidé de forma instantánea. Se movía lentamente, dolorosamente inclinado hacia adelante –parecía sentir aún el dolor en el pecho -, mientras miraba oblicuamente el suelo. Volvió a pasar por mi cabeza su vida entera, su calvario, su proceso. Evocando un pasaje de la obra pude imaginarme su rostro enfurecido y la actitud cortante e implacable que tomaba cuando alguna situación lo irritaba. Su imagen gris aún reflejaba algo de esos modales, pero de una forma que dejaba ver que eran mucho más pasivos y menos frecuentes.
Temiendo que él no se percatara de mi presencia, fui en su búsqueda. No despegó su vista del suelo en todo el trayecto que recorrí hasta estar a menos de un cuarto de metro de distancia; ni siquiera en ese momento se asustó o advirtió mi figura: tuve que estirar mi brazo y agitar su cuerpo para interrumpir su marcha.

- Q-q-qué... sí? –respondió.
- ¡Es una verdadera sorpresa encontrarlo! Estoy leyendo su...
- …
- Me gustaría conversar con usted –continué- ¿Puedo invitarlo con un café?
No contestó, pero yo ya había hecho un ademán para que me acompañara, que él no resistió.

Cuando nos sentamos me tomé unos segundos en observarlo. Mientras acomodaba su silla miraba nervioso para todos lados, como si evitara mi escrutinio. Luego sí, ya resuelto, dirigió la vista hacia mí y dijo, mientras cruzaba sus dedos y apoyaba los codos en la mesa, intimidante:
- ¿De qué vamos a hablar?
- Como le dije, estoy leyendo su biografía y me parecía muy interesante la manera en que el biógrafo interpreta su vida, semejante a un-
- ¡¿Interpreta mi vida?! –relampagueó K…- ¡¿Qué está diciendo?!
- Semejante a un proceso...
- No, no sé realmente de qué me está hablando –dijo, componiéndose.
- ¿Nada sabe de su biografía, de su realizador? ¿No le hicieron entrevistas?
K…no me miraba, y parecía estar decidido a no continuar la charla. Poco entendí esta actitud, pero menos entendí que se haya quedado allí conmigo. También yo quedé en silencio, a pesar de tener infinidad de inquietudes y preguntas respecto a su vida. Al cabo de pocos minutos se volvió hacia mí, como para retomar la conversación, y cuando comenzó a hablar lo noté ciertamente avergonzado.
- Me estaba comentando...algo de la biografía...¿no es así? –dijo K.
- Sí, precisamente, pero usted parece saber menos que nadie de ello.
- Puede que sea así, pues no estuve lo suficientemente distendido como para ocuparme de eso. Es cierto, tuve algunas entrevistas, pero fue una época muy... ya ni sé lo que pasaba.
Percibí en él tal preocupación o tristeza que no tuve valor para hablarle en ese momento. Decidí aguardar algunos segundos, y de paso, ordenar las preguntas en mi cabeza, que a esa altura ya me desbordaban.
- ¿Qué recuerda de esas entrevistas? –lancé.
Me arrepentí de haber hecho una pregunta tan inocente.
- Disculpe, ¿usted es periodista?
- No, pero... acompáñeme –le dije, mientras lo ayudaba a incorporarse.
Lo asistí para bajar una escalera tomándolo del brazo, y comenzamos a caminar en silencio.


El cielo estaba pintado de un gris neutro. El letargo de sus pasos hacía que me costase adaptar mi marcha a su ritmo, debiendo reducir mi paso frecuentemente, para no abandonarlo, algo que, por otro lado, parecía haber hecho consigo mismo hacía tiempo. Al pasar por una capilla ofrecí dinero a un mendigo que hacía que masticaba algo. K... parecía absorto de todo lo que sucedía alrededor, como si aún su cabeza estuviera colmada con aquél proceso. Lo conduje con gestos hasta que nos sentamos al aire libre en un banco, al frente de una calle desierta. Me miró a los ojos –un gesto que sin duda me reconfortó- y se quitó el abrigo. Había salido el sol.
- No trabajo más en el banco –exclamó- . Me jubilaron.
Noté su tórax comprimido al hablar. Quien lo hubiera visto de lejos lo hubiese notado relajado como un anciano esperando el final, pero lo cierto es que podía comprobarse a poca distancia su respiración entrecortada, movimientos compulsivos, la angustia trazada en su cara. Dejé de lado la piedad y comencé a interrogarlo.
- ¿Pensó alguna vez por qué el autor de su biografía utilizó los recursos que utilizó para retratarlo?
- No entiendo.
- Señor K..., su biografía está ficcionada y a mí me gustaría saber en qué cosas se basó para escribirla.
- Yo no sabía eso.
- ¿Nunca leyó su propia biografía?
- Yo no tenía tiempo para leer –sentenció.
Al terminar de oírlo me encontré ciertamente desorientado, aunque lentamente comenzaba a sospechar algunas cosas; por ejemplo, en el capítulo uno, K... aparece despistado y aturdido, tal como se lo ve hoy. Con esto deduje, al menos tentativamente (y considerando lo significativo de la posición de aquél capítulo dentro de la totalidad del libro), que aquellos sentimientos deben de haber signado gran parte de la vida de este anciano. Así, resolví encarar en esta dirección. Pregunté vehementemente:
- ¿Por qué se encuentra tan angustiado? ¿Qué la ha sucedido? ¿Qué le hicieron?
Lógicamente no respondió al instante, como hubiera ocurrido si la pregunta hubiese sido “¿Vio qué lindo está el cielo hoy?”, pero dejando de lado esto, noté algo positivo en su actitud y era que se había puesto a pensar en sí mismo y en su historia, aunque no estuve muy seguro de ello hasta un tiempo después, en el cual ya estábamos caminando nuevamente, esta vez por una orilla donde había pescadores. Mirando la costa de enfrente –los ojos entrecerrados por el sol- comenzó a hablar.
- Mi padre era abogado; no muy prestigioso, pero, según recuerdo, nunca le faltó trabajo. Siempre insistió en que yo siguiera su camino, es decir, que estudie derecho, y todo eso fue verdaderamente un martirio, tanto la insistencia como la retórica con la que se dirigía hacia mí.
- ¡Bueno –suspiré aliviado-, eso me aclara un poco más el panorama!
K... actuó como si no hubiera entendido –seguramente era así- , o como si no quisiera enterarse de lo que acababa de decirle. De todas maneras, notando su desgarrado estado de salud, cualquier sorpresa que sus posturas contradictorias causase en mí comenzó a ser natural, hasta desaparecer.
- Pero lo peor –continuó K...- realmente comenzó cuando al fin hube de recibirme.
- ¿Y cuándo sucedió?
- Alrededor de mis treinta años. Recuerdo que fue no muy lejos de la fecha de mi cumpleaños.
- ¡Mucho mejor! –le grité en la cara.
K... me respondió con una severa mirada, que sin embargo tenía más de reflexión que de otra cosa. Luego volvió la cabeza hacia la costa de enfrente y siguió pensando sin caminar.
- Señor K..., el día de su cumpleaños es el día mismo en que comienza su proceso.
- ¿Qué proceso? –preguntó K... desconcertado- . Yo nunca tuve un proceso, no estuve preso y jamás enfrenté a la ley.
- Sin embargo tuvo problemas con su padre –exclamé-. Así es que el autor se las ingenió para representar ese conflicto, por ejemplo, cuando lo sumerge en un eterno ir y venir dentro de la insoportable telaraña judicial; es claro que la contienda es con la ley, con su padre.
El no contestaba.
- La lucha con sus superiores y con todo aquél que represente la ley es siempre férrea y encarnizada, mas los encuentros con las mujeres, furtivos y solapados. ¿Se imagina por qué?
En este momento pensé que sería mucho mejor regalarle el libro a K... e irme de allí, pero no podía desperdiciar una oportunidad como esta; no siempre tenemos la posibilidad de encontrarnos cara a cara con el protagonista de nuestra novela favorita.
- Además aparecen constantemente imágenes de manos femeninas –continué.
- Manos femeninas... –exclamó pensativo K...- . No, no sé, pero me sorprende. A propósito, ¿lleva usted encima en este momento el libro, biografía, como quiera que sea?
Esto me pareció sorprendente, aunque más por él que por mí; era una pista que permitía comprender que iba en un camino de reconstrucción de su historia personal. Siempre imaginé que el mundo exterior le era insoportable, que no tenía forma de canalizar la imposibilidad de encontrar en su conciencia un espacio sano y que estaba fuera de sí la mayor parte del tiempo. Y creo que por confundir el acto de formar un criterio sobre una obra, con la posibilidad de que la misma obra aparezca como un hecho real, siempre fantaseé con convertirme en su mentor –resolver sus problemas, curarlo- porque creo que solo los que entienden pueden ejecutar esa tarea. La fantasía hoy no es tal.
- No –mentí.
Pareció no importarle mucho y miró hacia el río. Yo sabía que estaba interesado en más. Estaba como nunca lo habían representado en la novela. Quizás me hable más de su madre, pensé; debería hacerlo. Mientras caminamos lanzó varias frases que fueron recomponiendo sutilmente diversas cadenas de sucesos de su infancia, y también de otros tiempos. Casi no hablé durante horas. La corriente había cambiado fuertemente de dirección por el viento, que también pegaba en la cara y hubiera volado sombreros. El movimiento del agua nos regalaba la ilusión de caminar muy rápido, mientras me llegaban anécdotas, chistes, gritos, y al final, una iluminada sonrisa, luego del cálido abrazo que selló nuestra despedida.

Si lo hubiera visto así al principio todo sería muy distinto. Casi no creo que yo pudiera haber influido en él de manera que hablara abiertamente de todos los temas. Oí conclusiones que causaban escalofríos. Hasta a mí, que creía conocer de memoria todos los pliegues de la historia de su proceso y me jactaba de ser el único que podía ayudarlo. Porque sólo el aguzado lector, el ingenioso, que sabe vivir como sus personajes, sabrá socorrerlos, cuando aquellos caigan, debido a fuerzas misteriosas, en azarosos infortunios, lejos de la imaginación del autor.

miércoles, enero 20

...bueno
Ahora se trata de escribir. La primer pregunta es por qué empezar así. Habría respuesta si se cumpliera que yo fuese un escritor serio. O que fuese un crítico. O fuese un profesional de las letras. O fuese...Luego cuestionaría la insistencia de la palabra "fuese". (entre nosotros: me gustó cómo sonaba: "Fuese". "Fuese, fuese, fuese". Es una palabra. El sonido es raro. Pobre palabra pasa desapercibida es vaga es etérea una más; ¡cuando se pierde en una frase! Pero solita: solita gana y es única. ¡Y repetida! ¡Es implacable! ¡Fuese! ¡Fuese! ¡Fuese! (atención: admito que la trajo el azar)). Escribir entre paréntesis implicó para mí hablar fuera del texto. Busqué conectarme con el lector trascendiendo las meras líneas. Casi quedo paralizado (si no fuera porque Ahora se trata de escribir). Esa "otra" conexión no es. Releer las líneas y comprender que no hubo intimidad. Hubo conexión, pero no "otra". Ya el lector es el mismo. Lee y lee. ¿Posibilidades de que haya sentido "intimidad"?

sábado, enero 16

Eres la noche

Viene del negro, que es parecido a decir "viene de la oscuridad", "de la nada". La imagen (mi imagen, la que yo invento, ésta imagen de ahora) viene del negro. Y el cielo, por la noche. Chorreada la imagen por las lágrimas. El mira el cielo negro de la noche y piensa en que tuvo miedo otra noche, como un chico, como un hijo, como la posibilidad de un hijo que se fue con la muerte de Ella que (piensa El) reposa en el negro, atrás de las estrellas de la noche.