jueves, mayo 21

"El dinero habla" (por V. Chill.) - 4ª parte

Poco después de iniciar la marcha, Roby intentó aclarar los pensamientos dentro de su cabeza, aún jaqueada por la resaca. “¿Tiene un cigarrillo?”, le preguntó al conductor. Aquél no respondió. Cuando detuvo la marcha en un semáforo hurgó en su bolsillo y extendió un paquete de una marca importada. Mientras fumaba, Roby miraba cada tanto de reojo a su acompañante e iba relacionando los distintos hechos sucedidos: los buenos modales, la vestimenta, el lujoso vehículo, los cigarrillos. Al doblar la última esquina del recorrido podía observarse una ostentosa mansión. Roby estaba tan ensimismado que tomó como un detalle (o quizá ni se percató) el haber ingresado, unos instantes antes, en el barrio más pudiente de la ciudad, y por supuesto no advirtió la presencia de tremenda construcción. Al notar la disminución de velocidad del coche retornó al mundo real y no logró entender lo que hacía en aquel lugar, hasta que recordó el auto en que se desplazaba y al chofer. “Sígame”, indicó este último, y se dirigieron hacia la mansión. Al ingresar, Roby sintió que, debido al trato recibido y al hecho de que lo hayan ido a buscar, algo de ese mundo le pertenecía, o mejor dicho, que él pertenecía a ese mundo de riqueza y ostentación. Pero no era tan sencillo. Esa sensación era fomentada por el deseo de pertenecer, y al mismo tiempo se mezclaba con el conocimiento de que aquello le era ajeno. Esto último trataba de evitarlo, lo que daba lugar a una confusión interna debido a la frustración, por un lado, y al engaño a sí mismo, por otro.

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