viernes, agosto 21

La cuarta crisis

Faltan treinta y cinco días para los veintiocho. Pero ¿qué son un puñado de días comparado con las bombas de adrenalina que golpean desde adentro? Pienso. No pienso. Me creo importante por estar atento al presente. Treinta y cinco días. ¿Qué son? Son hoy, todos los días. Toda una vida es hoy, todos los hoy. Una vida adrenalínica infinita. ¿Será un indicio? ¿De un cambio? ¿Será matar al Rengo, cobrar muy buena guita y zafar al fin de lo insoportable/soportable? Soy místico pero no creo en los milagros. Entonces ¿de qué cambio hablo? ¿Qué majestuoso cambio pretendo perpretar? Si todos los días son uno, ¿todos los días un cambio? Qué pesado. Qué trabajo. Estoy empezando a creer que soy débil. Qué vergüenza. Ahora, en el asiento del acompañante, este Carlitos que parece fantasmal, esa clase de tipos que parece que no piensa, que le da para adelante. No soy como él. Y cada día, cada uno de los días que somos -treinta y cinco días/noches, infinitos días/noches- es diferente, dolorosamente diferente.
(continúa)

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