jueves, agosto 6

La cuarta crisis

Hoy rutina. Rutina. Palabra fea. ¿Pero es feo el incondicional cuidado por un otro ser? Estuve adaptando mis horarios, mi ritmo vital, mi sueño, mi alimentación, por mantener incólume, enhiesto, el firme deber que la experiencia ha impuesto en mí. En mi libretita, anotando días, horarios, Sol, luz artificial, etc. Hoy conexión, siempre conexión. Conexión para publicar esto, lector. Y otra Conexión también. Que es el trabajo diario. Rutina. “Si la rutina es eso, Bienvenida”. Yo trabajo para hoy. Siempre trabajo, siempre, para hoy. Carlitos limpia la 45. Limpia las balas, Carlitos. Las balas de la 45 limpia. Y la 45. Para hoy. Para matar al rengo Batres.
Dicen que soy místico. Lo dicen por ahí, algunos yegüos. Es el firme deber, digo yo. Yo ya aprendí mucho. Creo. Siento confianza y produzco. Es poco tiempo de vida para aprender, es verdad. Pero eso lo dicen algunos fracasados o mediocres. ¿Pero cómo explicar entonces esta muerte que estoy sintiendo en el pecho? Veintiocho años. Sé que no soy impecable. Por eso soy imperdonable. Siete por cuatro. La cuarta crisis.
-¡Rengo!
Taller mecánico.
-¡¡¡Rengooo!!!
Con Marsupiale, que gritaba, estaba Flavio. Marsupiale empieza a pegarle a la chapa de uno de los autos. El último puñetazo le duele. El Rengo aparece en la puerta. Sumamente enojado.
-Pegale una mirada, no sé qué mierda le pasa.
El Rengo, inmóvil. Una sola pierna tenía, una sola, pero al Rengo no te le acercabas ni a medio metro, así de fiero era.
-¡Para mañana, Rengo!
-Estoy lleno de trabajo- contestó el Rengo.
-¡La puta que te parió! ¡Para mañana!
Marsupiale lo apuntaba con el dedo, parecía que se le salía. Otro al que no te le acercabas ni por puta. Se fue con Flavio.
Desde el auto de enfrente, donde estábamos con Carlitos, lo vi al Rengo. Lo miré. Compasión de mierda que sentí. Es la cuarta crisis, pensé.

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